El eslogan que decía «Hacienda somos todos» ya se ha revelado una falacia, porque el único que no engaña, ya saben, es el algodón. Todos lo sospechábamos pero, ¿quiénes somos nosotros para negar un eslogan televisivo, aunque lo haya fabricado el Gobierno? La historia de este país se podría contar mediante eslóganes, frases proferidas en la televisión, ocurrencias de famosillos. Si me queréis escuchar, no irse, ¡quedarse!

Hablamos e introducimos fragmentos de anuncios televisivos, de diálogos de películas, casi sin darnos cuenta. No siento las piernas; hoy no, ¡mañana!; si no hay Casera nos vamos... Nuestro lenguaje se ha 'televiciado'. Recuerdo aquel de Póntelo, pónselo, algo muy moderno para la época, además de paradójico porque con cierto humor se trataba de torear un asunto tan serio como el sida.

En nuestro país no es extraño que recalase con tanta fuerza aquel otro de las tarjetas de crédito, que te prometía poder adquirir el resto de cosas que el dinero no podía comprar: «para todo lo demás?» y que se volvió de uso corriente, casi más que el propio dinero de plástico que anunciaba. Los recientes acontecimientos han demostrado que las tarjetas las carga el diablo, en especial las de color negro.

En Navidad siempre había alguien que volvía, por ejemplo, un turrón que era el más caro del mundo o las muñecas de Famosa. A la hora del descanso te sentías flex, te hacías un kitkat, porque yo lo valgo, porque aquí hay tomate, Rupert, te necesito, ven ahora, pero andando, porque si bebes no conduzcas y si conduces una moto, utiliza tu cabeza y póntelo. Y no fumes, que mata, y si fumas, no tires la colilla por la ventanilla, que estamos todos contra el fuego, excepto los pirómanos y algunos especuladores inmobiliarios en busca de terreno barato, que en tu casa o en la mía, mejor solo que mal acompañado, aunque solo nunca porque Rexona jamás te abandona, y del barco de Chanquete no nos moverán. ¡A jugar!

Este artículo es casi robado, lo sé, un plagio, un pastiche, pero si encuentra el lector otro mejor, léalo. O al menos échele un vistazo, para un rato que dura su lectura, porque un diamante es para siempre pero un artículo de provincias no tanto. En todo caso, yo he venido a hablar de mi libro, o sea, de lo que me apetecía y tampoco tengo muy claro a dónde quiero ir a parar, aunque todos los caminos llevan?, aunque solo hay un camino: ser los mejores.

Y hasta aquí puedo leer, o sea, escribir.