Estoy esperando y lo estaré, durante mucho tiempo, que haya más personas, que defiendan ambas cosas. Vivimos en una sociedad, en la que existe siempre una polarización de cualquier tema, que incluye, además, radicalidad en la defensa de su objetivo. Pero éste no es cómo se consigue el agua para la Región, sino tenerla, poseerla y usarla, cuanto antes mejor.

Para eso, creo que hay que jugar a ambas cartas, haciendo hincapié y dando prioridad a aquella posible vía que se vea más cercana a la realidad, donde haya más amigos y menos enemigos. En definitiva, tenerla ya.

Creo que para que se consiga un trasvase nuevo, no hay más remedio que invocar a Europa. La Unión Europea debiera de dictar directivas dirigidas a dotar de agua a las regiones del sur. No es solo el sureste de España quien tiene un problema de falta de agua. Italia y Grecia, al menos, están de parecida manera. Tampoco el único problema es la falta de agua para la agricultura. Europa tiene un problema de desertización contra el que tiene que luchar.

Creo que ese es el camino. En España, por ahora, admitimos las directivas europeas sin discusiones. Sin embargo, los debates internos españoles no tienen solución alguna. En el caso del agua, si Borrell propuso un Plan de Trasvases, el PP de entonces dijo que no. Si Aznar propuso el Trasvase del Ebro, Zapatero dijo que no. Así seguiremos tanto en cuanto no haya una fuerte renovación de personas, sentimientos e ideas. Por tanto, Europa es nuestra solución para conseguir trasvases.

Mientras tanto, sólo nos quedará el agua desalada. El Plan de Narbona de Desaladoras sólo tenía un problema. Enorme. El precio del agua. Esto es lo que lo hace inviable. El otro día lo comentábamos, debería de subvencionarse, de manera legal, o el precio del agua o el precio de la energía eléctrica necesitada para ello.

Probablemente, si la instalación de infraestructuras de energía solar, necesaria para producir la energía a utilizar en las desaladoras, estuviese ligada a la inversión de las propias plantas, sería más que suficiente para conseguir que el precio final del agua fuese atractivo y competitivo para nuestras necesidades. Hoy día, se obtendría, si al precio del kilowatio de energía solar, se le redujera el valor de la amortización de la infraestructura, ya que ésta sería costeada por el Estado.

En definitiva, no todo debe ser blanco o negro. Se puede empezar por uno, terminar con el otro, y al final ser un gris intermedio. Pero, no podemos desaprovechar ninguna oportunidad para conseguir el objetivo deseado por todos.