Cuando Lorenzo aprieta, uno busca cobijo a la sombra de la morera, junto al ventilador o abrazado al aparato de aire acondicionado. Cuarenta grados no son nada para lo que viene. Ya ni las primaveras de ahora son como las de antes, pues el termómetro sube y sube para mayor mortificación de los esforzados estudiantes. Resulta por ello agradable recordar imágenes, que como la del chambilero, contribuyen a refrescar aunque sea tan solo la memoria. Igual ocurre con ciertos establecimientos que en su día nos cobijaron de fríos y canículas. Ninguno mejor que aquella basílica fresca, exclusiva y maravillosa que significó Don Pepe Piano Bar en la calle de González Adalid, en Murcia.

El mundo comenzaba a escribir en 1980 el prólogo de un nuevo orden. Ronald Reagan, después de una victoria electoral aplastante del Partido Republicano, se convertía en el presidente número cuarenta de los EE UU y la juventud se estremecía ante el asesinato en Nueva York de John Lennon. El 23 de febrero de 1981 España permaneció atenta a los transistores ante el golpe de estado de Tejero. El mundo parecía haberse vuelto loco: Reagan y el Papa Juan Pablo II caen gravemente heridos por los disparos de dos magnicidas. Así estaban las cosas cuando el querido y popular José Cano Martínez, hasta entonces brillante futbolista del Real Murcia que entrenaba Carmelo Cedrún, decidió dar un giro a su vida para dedicarse al difícil mundo de la hostelería. Acertada decisión, ya que con el paso de los años su labor encomiable sería enriquecedora para el devenir de la moderna hostelería murciana.

Don Pepe respondía al estilo inglés, ambientado con luz tenue con divanes y cómodos sillones en torno a una hipotética pista de baile que tenía como eje principal un enorme piano de cola. Buena y pesada cristalería para los mejores licores, cervezas y magnífico café. La clientela desbordó las previsiones y el establecimiento amplió su oferta a los aperitivos de mediodía y de noche, recogiendo así el testigo de dos locales legendarios: Paco´s e Hispano. Un local exquisito para una no menos exquisita parroquia: Conrado Abellán, Castor Conesa, José Muñoz Calero, Rufino Montoro, Javier Torres Gascón, Antonio ´El de las gambas´, Juan y Alberto García Ortín; los taurinos como Manuel Cascales, Francisco López Bermúdez, Pedro Bautista Bautista o Xavier Cugat degustando buena mojama, mantenían confortable tertulia en aquel local en el que sonaba My way de Frank Sinatra junto con la música melódica del momento que permitía la conversación amena y distendida. Tenía Don Pepe Piano Bar como jefe de sala al gran profesional Juan López Oliva, detallista y amigo del orden, hoy director y propietario del excelente restaurante Fontana en la calle Serrano Alcázar.

José Cano siguió la estela de los nuevos locales y ambientes que imperaban en esos años, entre ellos Che-Che House, creado en los setenta por José Ignacio Martínez Roldán y un grupo de amigos. Tras el éxito de Don Pepe, José Cano inauguraba en Saavedra Fajardo el novedoso Estudio 27, decorado por las hermanas Mercedes y Pilar Martínez Meseguer que registraba llenos absolutos en los años precursores de la movida de los ochenta.

No contento con sus éxitos y con dos locales en funcionamiento, José Cano Martínez rompió esquemas al inaugurar en el litoral oriolano, a mitad de camino entre El Varadero de Cuqui Pérez y el Keeper torrevejense de Curro Ruiz del Portal, la discoteca Theklas, frente a las playas de Punta Prima. Una discoteca con distintos ambientes, piscinas y barras de picoteo y gente guapa que durante las jornadas estivales colgaba a diario el cartel de lleno hasta la bandera.

Don Pepe Piano Bar significó el adiós a las tascas para los treintañeros de una época de Murcia, jóvenes profesionales que se reunían en aquel local de nuevo estilo que un día creara José Cano y que 36 años después sigue siendo digno de recordar aunque ya no exista.