Si me trae unas joyitas, se las ato a la pata de mi gallina y le averiguo su futuro. Dicho y hecho. La gallina ya está en pepitoria y las joyas vendidas por el cómplice del adivino que estaba esperando a la gallus domesticus, en cuanto salió corriendo del sagrado habitáculo del engañador. Los jueces han dicho que eso no es estafa, porque salvo que usted tenga una discapacidad mental suficiente, no puede llevar al huerto a una persona con una conducta de un buen padre de familia, que es lo que dice el Código Civil, para definir una normalidad genérica. Tampoco si le clavan un pastón por llamar a la tele para que le adivinen su porvenir a través de tabas, posos de café, velas más o menos negruzcas, o simplemente cartas sean o no del Tarot. El colmo es cuando se compran unas plantillas para los zapatos que le van a cambiar su físico, volviéndose sus ojos azules, dejando atrás la calvicie y los kilos de más y, por supuesto, creciendo quince centímetros (de los de verdad); si adquiriéndolas no le pasa nada de esto, no entable un pleito, que no va a ganarlo.

Pero no todo es tan burdo, a veces es mucho más sutil y delicada la estafa. Unas veces cazadas por la compañía aseguradora y otras no. Y es que la memoria nos falla, o estamos tan seguros de que, como antes no nos cazaron, ya nunca nos van a cazar, o lo que es más frecuente, es que yo me lo merezco todo porque será que no se roba en España... Pues bien, la última de ellas es la detención de una persona que hace unos años denunció que le habían robado unas joyas de su casa y la aseguradora de hogar le pagó 40.000 euros. Supongo que como ya se los ha gastado, en la comisaría de Policía del Barrio Carmelitano de Murcia, denuncia pasado un tiempo nuevamente que le han robado otra vez las mismas joyas. La Policía, que no solamente deduce que si hay una colilla se ha fumado, también descubre que este individuo es un especialista en defraudar y ya está detenido y puesto a disposición judicial.

Otro de los engaños más frecuentes es cuando casualmente la misma persona cíclicamente tiene un accidente de tráfico porque se pone intencionadamente a punto de ser lesionado, bien sea lanzándose al coche cuando va a pasar, o rozándose con la moto en el parachoques de un coche y cae al suelo fingiendo una lesión que después afortunadamente no existe. O cuando roban de verdad en el coche o en tu casa y das parte a la compañía de seguros de unas cosas robadas inexistentes o exagerando las marcas y el precio de lo sustraído. O cuando denuncias que te han robado el móvil para que te pague otro el seguro en lugar de decir la verdad, o sea, que como ibas medio pedo lo perdiste. Una vergüenza que lleva al ranking de los engañadores a mucha gente. ¿Y saben lo que es lo peor de todo? Pues cuando esa lección se las das a tus hijos, mayores o menores de edad, para que vayan aprendiendo cómo engañar a los demás.

Lo dicho, no están todos los que son ni son todos los que están, los estafadores, digo. Con el fraude qué bien no lo pasamos y qué listos somos. Lástima que antes o después nos descubran, aunque solamente ocurra en un 3% o en un 4% de los casos. Eso sí, fue sin querer, ya no me acordaba y fueron las malas compañías; jamás pensé que iba a tener esas consecuencias saltarme a la torera la ley.

Ya ves, es lo que tiene el estar en un Estado de Derecho, aunque no guste a algunos.