Durante mucho tiempo ha existido un falso cliché que consideraba a la mujer como el sexo débil. Pero son nuestras creencias lo que nos impiden lograr el desempeño y alcanzar logros. Las mujeres han sido socializadas para el no poder, con la sensación de que el poder y la ambición son algo ajenos a los deberes y al espacio próximo a las mujeres. Mujeres educadas para cubrir las necesidades del otro y de los demás antes que las suyas propias. La brecha salarial entre hombres y mujeres y que el periodo de prueba de una mujer no termina nunca, juegan en su contra. Si a esto le sumamos que empresarialmente no hay una cultura de protección de la familia y se considera que los hijos son responsabilidad de la mujer, esto incide en una perpetuación de estereotipos de género.

Con el tiempo la mujer va entendiendo que el poder es importante y que puede ayudarle a cambiar una realidad que ya no responde al modelo de sociedad vigente. Se nos ha exigido mucho y nos exigimos mucho: sé perfecta, sé fuerte, agrada a los demás, date prisa y esfuérzate al máximo.

Hay que valorar el talento y éste no entiende de género. La mujer y en especial las madres se han subido al vagón del emprendedurismo. Cada vez son más mujeres, y serán las fundadoras o las líderes continuadoras de los negocios de la familia. Avanza, pues, el emprendedurismo liderado e impulsado por mujeres. Gran noticia.

Históricamente sus funciones eran cuidar de la educación de sus hijos, velar por la cohesión familiar, gestionar los conflictos familiares, pero con una visión reduccionista del rol de la mujer en los negocios de la familia. Un aplauso a ese liderazgo familiar, pero ahora también otro aplauso por estar en los negocios.

El enfoque de la mujer es más pragmático, organizativo y resolutorio, lo que se traduce en una gestión más productiva del tiempo. El tópico de cuantas más horas se trabaja es más productivo, no es así en las mujeres. Ellas tienen que desempeñar muchos roles y tienen que ir a lo importante para realizar lo siguiente. La ley de Pareto es la que mejor lo aplica. Tienden a hacer varias cosas a la vez. Tendencia innata a la comunicación interpersonal. Intuición femenina, el sexto sentido. Saber escuchar, empatía, visión tridimensional de la interacción humana y comprende los sentimientos y conductas de las personas. Las mujeres directivas tienden a alentar la participación y a la comunicación interpersonal. A diferencia de los hombres no ven en la delegación una amenaza a su autoridad, sino como una parte de dirigir. El siglo XXI es el de la Inteligencia Emocional, inteligencia práctica y esa la poseen las mujeres. La mujer puede ser agente de cambio en las organizaciones. Conocimientos y habilidades, igual a calidad. La empresa y la vida real son las personas. Además de las inteligencias básicas aportamos la lógica espacial, lingüística, corporal, musical, intra e interpersonal y naturalista. Sentido común. Tenemos visión para visualizar escenarios y para implementar estrategias para movernos en ellos. Mi talento es mi talante. Las mujeres aportan adaptabilidad, equilibrio, autocontrol, y aplicamos la inteligencia emocional en el trabajo, en el modo de liderar, de relacionarnos y de implementar cambios. Se debe ejercer el poder positivamente en las organizaciones y disponer de una dosis de ambición para influir y tomar decisiones. Como diría Ambrose Bierce, «si deseas que tus sueños se hagan realidad... ¡despierta!».

Tacto, diplomacia, orden y constancia es el secreto del éxito, y nos define a las mujeres. Hay que trabajar el optimismo, la suerte y la felicidad. El 90% de las personas que fracasan al intentar algo es porque creían que no podían hacerlo.

Creo firmemente que las mujeres tienen un rol clave en el avance económico de las empresas. Y sosteniendo que las empresas tienen una responsabilidad social, afirmo que para acelerar el crecimiento económico tenemos que potenciar su papel desde la legislación, desde los medios de comunicación y desde la actitud de las propias empresas. Considero que, si aumentamos la participación de las mujeres en nuestra economía, estamos invirtiendo en nuestro futuro compartido y sentando las bases de una sociedad más fuerte, más próspera y más segura.

Reflexionando sobre el rol de la mujer, nos damos cuenta de cuán importante es su papel, de cuanto dependen de ellas el crecimiento de la vida cotidiana y como contribuyen a que las empresas logren su objetivo fundamental que no es otro que alcanzar su máximo potencial en bien de la sociedad.

Desde la experiencia, afirmo que las oportunidades se dejan alcanzar solo por quienes las persiguen y con paciencia, perseverancia y tolerancia lograremos el éxito empresarial. Un maestro tibetano al que una vez le preguntaron cómo había logrado escapar de la invasión china arrastrándose por las nieves del Himalaya, sin provisiones ni ruta, contestó: «Puse un pie detrás de otro». Pues bien, yo voy a completar la frase añadiendo el consejo del presidente Truman: «Camina despacio, y con un bastón bien grande».

Llegó el momento de creer en nosotras, las mujeres, mirando hacia delante sin complejos, porque la mejor forma de conquistar, liderar y adivinar el futuro es creándolo uno mismo. ¡Juntas vamos a conquistarlo!