Kellyanne Conway es la asesora del presidente Trump de la que tanto se habla por el desparpajo y la falta del respeto al mobiliario gubernamental que derrochó en el Despacho al colocarse de rodillas encima de un sofá y sin quitarse los zapatos. También es la madre intelectual del concepto ´hechos alternativos´ nacido para desacreditar las informaciones que no encajan con la versión presidencial. Por ejemplo, ¿que la prensa da una cifra de asistentes a la jura del cargo de Trump muy inferior a la que hubo con Obama? Hechos alternativos. Y si no fueran suficientes, hay otra vía que se puede explorar: la realidad alternativa. ¿Que hay que buscar algún tipo de justificación al veto migratorio a siete países de mayoría musulmana? Pues ahí está Conway para inventarse ´la matanza de Bowling Green´, ´perpetrada´ en tiempos de Obama.

Conway, nacida en Nueva Jersey hace medio siglo, tiene suficiente confianza con Trump para hacer lo que quiera en sus sofás. No en vano era conocida como ´la susurradora´ porque era la persona que se acercaba al oído del entonces candidato a la presidencia durante la campaña electoral para indicarle lo que debía decir. Durante mucho tiempo, la mujer que susurraba a los cabellos de Trump tuvo a Hillary Clinton bajo la lupa así que nadie mejor que ella para dar ideas a su gran rival republicano. No fue electoral sino abiertamente publicitaria la campaña que hizo en un programa televisivo de la ropa de Ivanka Trump, hijísima del presidente.

Conway es una mujer con arrestos, qué duda cabe. Ya lo dejó bien claro en su día: «No os engañéis, de día soy un hombre». Puede saltarse los formalismos en la Casa Blanca con el mismo arrojo que mostró en su niñez para convertirse en ´Campeona Mundial de Embalaje de Arándanos´. Su escena del sofá es intrascendente pero revela hasta qué punto una mujer dispuesta a todo con tal de manejar la verdad a su antojo, y de emplear su influencia para promocionar a la hija del jefe, tiene tal confianza en su poder que utiliza el despacho más famoso y poderoso del mundo para dejar claro que ella hace lo que le da la gana y cuando le apetece.

Subirse con los zapatos puestos al sofá es algo más que un gesto despreocupado. Es un aviso a navegantes de la mujer que por el día es tan hombre como su gran jefe: aquí también mando yo. Y eso no es un hecho alternativo.