Siento curiosidad por saber si el presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena, Antonio Sevilla, conserva en su despacho la miniatura de la figura ecuestre del rey Carlos III que su antecesor en el cargo, Adrián Ángel Viudes, mostraba a quienes lo visitaban con entusiasmo, pero con resignación. El que fuera máximo dirigente del Puerto fracasó en su intento de levantar la estatua del monarca a caballo en medio del muelle, donde está ahora la bandera de España. Se topó con la oposición de la entonces alcaldesa, Pilar Barreiro, con quien tenía más desencuentros que encuentros, hasta el punto de que, al final de sus respectivos mandatos, ni uno ni otro se molestaban ya en disimular sus diferencias, si es que lo hicieron en algún momento. Me pregunto si el despegue de Cartagena en las dos últimas décadas no hubiera sido mucho más espectacular si estos dos políticos se hubieran esforzado más en entenderse. Y eso que eran del mismo partido. Esta batalla perdida con la regidora simboliza el talón de Aquiles de Viudes, quien acabó admitiendo que se equivocaron en el proyecto de urbanización del muelle y trató de rectificarlo con el derribo de los quioscos, aunque su máximo valedor, Ramón Luis Valcárcel, acabó derribándolo a él antes de que cayeran estas construcciones.

Quizá Viudes haya sentido un leve resarcimiento al ver esta semana la inauguración del Año de la Ilustración en Cartagena, con la recolocación del busto del rey Carlos III a los pies de la escalinata de la Muralla a la que da nombre. Felicito al alcalde, José López, por restaurar el reconocimiento a un monarca tan relevante para Cartagena, además de por la magnífica iniciativa de celebrar años temáticos con los que renovar los múltiples atractivos que para turistas y oriundos tiene una ciudad con tres mil años, como la nuestra.

Lo que seguro que contemplará como una auténtica victoria el expresidente del Puerto es la decisión que acaba de anunciar el ministerio de Fomento de liberalizar la estiba en España y acabar con el monopolio que rige en el sector. Viudes lo decía una y otra vez. No pueden obligar a los empresarios que embarcan y desembarcan las mercancías por los puertos a hacerlo con una única sociedad, la Unión Europea no lo permitirá y España terminará por eliminar este monopolio. Y así ha sido. Viudes dejó el cargo con esta guerra con los estibadores sin terminar, pero ha vencido ahora. Europa y, ahora, el Gobierno español le dan la razón y la liberalización es inevitable, por mucho que el ministro, ante la amenaza de una huelga que paralice los puertos del país, convoque a los sindicatos de la estiba a una negociación en la que esa decisión es innegociable.

Y es que si la urbanización del muelle fue un quebradero de cabeza para el gestor portuario, la pugna con los estibadores le quitaba el sueño y le ponía de los nervios. Si hasta vivió el secuestro por unas horas del gerente de la sociedad de estiba, al que los trabajadores dejaron encerrado en su propio despacho sin que pudiera salir. Ese fue el inicio de un rosario de protestas y denuncias, que se tradujeron en continuas sanciones y sentencias en contra del Puerto. Aún recuerdo el monumental enfado que manifestó en la rueda de prensa que ofreció para responder a la noticia de su imputación, fruto de este enfrentamiento, por un supuesto fraude a la Seguridad Social «con titulares de gran tipografía», dijo.

Estoy convencido de que, ahora, desde su retiro en su casa, como mínimo, se le ha escapado una sonrisa victoriosa, al ver que lo que llevaba años pregonando, se convierte en una realidad que le da la razón. Aunque tampoco le hacía falta, porque debería estar más que satisfecho al dejarnos a los cartageneros en herencia un puerto que, en veinte años, ha triplicado el tráfico de mercancías y que se ha catapultado con un éxito creciente en el exclusivo mercado de los cruceros, con la llegada de 230.000 pasajeros este año. Todo ello, convirtiéndolo, además, en el puerto más rentable de España, con beneficios que han rondado los veinte millones de euros en los años más difíciles de la crisis. «Me llaman vendedor de humo por afrontar los proyectos con ilusión», tituló este periódico una entrevista que le hizo cuando cumplió su décimo aniversario al frente del Puerto. Y se marchó dejando más que encaminado el proyecto de la nueva dársena de El Gorguel, para mover hasta dos millones de contenedores al año, aunque en esa misma entrevista ya advertía de que, «en Cartagena, hay mucha gente de la cofradía del ´no´ que frena el crecimiento de esta ciudad». No sé si a Viudes le va lo del Año de la Ilustración, ni si merece un homenaje como el del rey Carlos III, pero sí sé que la despedida que se le dio no fue la de una ciudad que le debería estar más que agradecida. Y que el tiempo le ha dado la razón y ha confirmado su excelente gestión.

Lástima que este año que desde Cartagena queremos que sea el de las luces y el de la razón, lo hayamos comenzado con la sinrazón y la oscuridad más absoluta que deja la muerte de los cinco jóvenes de Torre Pacheco. Uno de los referentes de la Ilustración, Voltaire, escribió: «La vida es un naufragio, pero no hay que olvidar cantar en los botes salvavidas». Descansen en paz.