Cuando uno se come un arroz que supera a todos los demás desde el primer momento, si tienes una columna semanal en un periódico local y has escrito de arroces otras veces ya sabes, sólo con eso, que debes actualizar la situación. Cuando llevas dos arremetidas al plato de arroz, conejo y caracoles y ya estás visionando palabras escritas en la contraportada de LA OPINIÓN, palabras que quieres que todos los que te han dicho algo sobre los arroces y han confiado en ti, aunque sólo sea por tener una excusa para irse a un pueblecico perdido a tomarse un arroz, vuelvan a tener esa misma excusa, si es que no han ido ya; cuando pasa eso, y no pasa mucho, porque somos mucho de arroces y hasta ahora no había pasado nunca que un arroz, uno solo, se posicionara de repente y sin avisar en el top, uno se siente feliz gastronómicamente hablando, aunque uno no sea ni gastrónomo, ni expertares, que aquí lo que hacemos es reírnos todos los días lo máximo que se pueda, y ahí el arroz juega de titular al menos una vez a la semana, como bien dice mi hermano Luis Losana, arrocero militante.

Cuando llegas a un sitio a comer después de cruzar un riachuelo las cosas pintan ya bastante bien, y si encima es invierno y Sierra Espuña comanda todo el horizonte nevada y majestuosa, cierto es, la predisposición para disfrutar de un arroz, conejo y caracoles a la lumbre de sarmientos es bastante, bastante alta. Ya saben, cuando el doble bastante se dice así mirando por encima de las gafas, que significa más que muy, muy, muy. Aun así, decir de un arroz que acaba de superar a todos los demás al borde de los cuarenta es decir muchísimo bastante, bastante. Y eso dijimos el otro día, cuando nos apretamos un arroz en La Almazara, en El Escobar (Cehegín), que ascendió al primer puesto con garbo, solera, empaque€ y con muchos, muchos, muchísimos buenos modales.

Porque el arroz fue especialísimo. Justo en todo, sabor, color, olor, tamaño, dureza, jugosidad, sabor otra vez, acompañamiento, apenas especiado, tierno€ un arroz fabuloso espectacular, sin coma entre ambos adjetivos. Soberbio. Pero que así llegó, después de que la camarera y el encargado nos agasajaran con la mejor educación que existe, el entusiasmo natural por hacer lo que uno hace, el mejor ingrediente que se puede usar para atender un restaurante. Así que sí, el arroz, el mejor (y eso que aún nos falta probar el pulpo al vino, recomendación de Edu Martínez), pero La Almazara acompaña con delicia el saber hacer en la cocina, con esa Región de Murcia que habría que exportar a los confines de la tierra€ la que cree en lo que hace con felicidad natural. No se lo pierdan. Vale.