Tal vez no habría tenido tanta importancia si no hubiera ingeniado lo de «por imperativo, abstención», que es una manera de distinguirse por encima de lo que ya se habría distinguido con una escueta definición de su voto de acuerdo a lo que la mayoría del resto del Grupo Parlamentario acató. Por un lado, la palabra recuerda la acuñación de ‘imperativo legal’ que utilizaron en otro tiempo los de Batasuna para aceptar la Constitución, fórmula preceptiva para instalarse en el escaño.

En su caso es incluso más incompresible, pues su apelación a lo ‘imperativo’ no tiene que ver con lo legal, sino con una norma interna de su club particular, que podría haberse saltado si, como opina, transgrede un compromiso previo, el personal y el del propio club, llámese a éste Partido Socialista. No hay, pues, imperativo alguno al que recurrir, sobre todo después de que unas horas antes, el que fuera líder de ese partido, Pedro Sánchez, se liberara de cualquier obligación formal para votar en contra de su palabra y de su (se supone) conciencia con el sencillo recurso de renunciar a su acta de diputado.

Había dos caminos, es decir, rebelión, lo que significaba votar ‘no’, o renuncia al acta para evidenciar la discrepancia con el mandato del Comité Federal sin que la decisión afectara a la disciplina y sin que la disciplina violentara las propias convicciones.

La renuncia de Sánchez ha sido muy alabada, sobre todo por los que no renuncian, y esto no es muy comprensible, pues lo lógico habría sido que quienes comparten su posición hubieran emprendido el mismo camino. Eso de sacrificar al comandante en jefe para quedarse en el ejército del adversario no tiene explicación. Y es que no se trata de marcharse del partido, de renunciar a los cargos orgánicos, si los hubiera, ni de fundar una organización nueva, sino de evitar hacer aquello que se impone contra lo que se ha predicado.

Porque cuando se incurre en esa contradicción (la de mantener la disciplina partidaria contra el compromiso público adquirido, y esto se hace, además, admitiendo que es así y ofreciendo gestos de sufrimiento por hacerlo), la pregunta que se hacen quienes alguna vez otorgaron la confianza a estas personas es previsible: ¿Cuántas veces más lo van a hacer? ¿Tienen un compromiso político con su club o con la sociedad? ¿Qué es lo primero?

«Cambiar el partido desde dentro». Este es el mantra. Pero para eso no hace falta ser diputado. Para eso hace falta lo que ha hecho Pedro Sánchez. Seguir dentro, sin contradicción con sus decisiones, y echarse a la carretera, él a las de España, ella a las de Murcia, tenga esto el resultado que tenga.

Porque en otro caso veamos lo que le toca hacer a María González, la diputada murciana del PSOE de la que vengo hablando desde el titular: recuperar su estado de conciencia, ahora sí con el ‘no’, a toda propuesta del PP que con su abstención ‘por imperativo’ ha ayudado a instaurar en el Gobierno o apoyar iniciativas que rebasen los topes de déficit presupuestario y el compromiso con la deuda que ella misma, en la anterior legislatura, cuando se acomodaba con Zapatero desde el mismo escaño que ahora ocupa, estableció como ‘línea roja’ para recortar los presupuestos.

Todavía será peor que se vea obligada a votar ‘sí’, aunque fuera por imperativo, para apoyar la gobernabilidad del Gobierno PP en aquellos casos en que, ya sin discusión, por indudable ‘imperativo’ de la doctrina europea (a la que cedió como diputada en los tiempos redichos de ZP) el PSOE de la Gestora se vea concernido en un proceso de ‘gobernación responsable’ por muchas iniciativas pijofolclóricas que vengan a proponer para sugerir la sensación de una oposición dura, el infalible estilo de Zapatero, quien era consciente de que los populares se contraen ante cualquier iniciativa que moleste a los obispados y colaterales, aunque resulte inevitable coincidir en las grandes líneas de la política económica y social. Este truco de magia saltó por los aires con la irrupción de los nuevos partidos, e insistir en él aumenta el descrédito de los veteranos.

No seré de los que apunte que González es una más de esos políticos cuyas disquisiciones en momentos de duda y conflicto se resuelven siempre, qué casualidad, de la manera que más beneficia a su situación personal, por mucho que vayan llorando por las redes sus frustraciones políticas. Abandonar un escaño al que no se sabe si alguna vez se podrá volver y con la perspectiva de cuatro años de seguridad en el caso de que el PSOE haga bien su trabajo, pues necesita tiempo, quién lo duda, para reconstruirse, es una temeridad, ya que es sabido que cuando sales del foco te olvidan, sobre todo si no has dejado un gran rastro de imprescindibilidad.

Pero podría dar la sensación de algo de esto pudiera haber, y es legítimo que se piense, pues, ya digo, el propio Pedro Sánchez ha dado un ejemplo insoslayable, y en este caso podría prevalecer el estatus personal, pues al PSOE nadie lo va a cambiar, si es eso lo que se pretende, desde el Congreso de los Diputados; a la vista está desde muchos días antes del de ayer.

Así que con todo respeto, váyase, señora González o por decírselo con más cordialidad, véngase, señora González, que es aquí, en Murcia, donde a lo mejor va haciéndole usted al PSOE alguna falta. Fíjese que aquí, sin abstenerse ante el PP está peor que si lo hubiera votado a favor. Digamos que en cuanto a lo que pasa o no pasa en el PSRM es ‘imperativo’ no abstenerse.

Por cierto, y de paso en Murcia atémonos los machos. Viene un Gobierno en que estará la Cospedal. ¡Dios santo y Dios bendito!

El día más duro de su vida

María González se confesaba ayer en Facebook, en un tono desgarrado, aunque previsible. No ocultaba que se mantiene en la misma posición, la derrotada por el ‘golpe de Ferraz’, ni sus contradicciones internas, ni las ganas de marcharse que ‘le pide el cuerpo’... Una confesión muy sincera y valiosa, pero que la han conducido a la actitud más conservadora, la de permanecer a todos los efectos bajo la disciplina de la Gestora, y cifrar su esperanza en que Pedro Sánchez pueda recuperar la política con que se siente cómoda; sin embargo, ella no lo ha acompañado en su marcha del escaño, donde continúa sometida a la disciplina de la ‘dirección provisional’ del partido que ha empezado por tomar la decisión traumática que la conmueve. Merece la pena echar un vistazo a algunos párrafos de su ‘artículo’ de en la red social, que hay que reconocer insólito en lo que es habitual entre los políticos en ejercicio.

«Hoy es un día muy duro, el más duro de toda mi vida política. Podéis imaginar lo que he reflexionado y pensado sobre qué hacer en esta votación, en un contexto excepcional y un momento político crítico. He pensado muy seriamente si lo mejor era renunciar, dejar el acta de Diputada y directamente irme. He valorado, por primera vez en mi vida, si como algo excepcional tendría que romper la disciplina del Grupo Parlamentario. También si acatar una decisión que no comparto en absoluto en el fondo, ni en cómo se ha tomado ya que tenía que haberse consultado a la militancia (...)»

"Quizás lo más sencillo sería romper, lo que me pide el cuerpo y lo más fácil de explicar. Pero quiero que sepáis que he decidido que eso no sería coherente con una cultura democrática de un partido centenario que he defendido y que yo misma he hecho aplicar en los años que he sido dirigente del PSOE, de la Ejecutiva Federal del PSOE (...)»

«Todo esto se podía haber evitado con la abstención mínima o técnica que hubiera cumplido la resolución del comité federal. Lo hemos intentado por todas las vías. Evitar más fractura es una de las principales responsabilidades de quienes hoy nos dirigen provisionalmente y esta decisión de la imposición no ha ayudado nada. No se os escapa lo duro que esto está siendo, acatar una decisión que no comparto y que sigo pensando que hace tanto daño a nuestro proyecto político, pero que ya han decidido otros por nosotros, en el comité federal del pasado domingo (...)».

«No se os escapa lo duro que esto está siendo, acatar una decisión que no comparto y que sigo pensando que hace tanto daño a nuestro proyecto político, pero que ya han decidido otros por nosotros, en el comité federal del pasado domingo. Por eso, quiero pedir perdón a todas las personas que confiaron en nosotros en las pasadas elecciones y mi mejor disculpa es ser de utilidad para recuperar al PSOE transformador que anhelan millones de progresistas. Cumplo con una disciplina que espero que pronto sea también respetada para liderar políticas alejadas del Partido Popular (...)

Solo quiero deciros con claridad que acato pero no comparto. »

«Que no ha cambiado nada de lo que pienso, si he decidido no irme es para seguir trabajando y luchando por un partido socialista abierto, más moderno y con un claro proyecto de izquierdas. Por eso os pido que no os vayáis de nuestro partido por dolidos que estéis en el día de hoy (...)»

«Y, por supuesto, quiero agradecer a Pedro Sánchez su decisión de hoy que es valiente, coherente, responsable y nos da esperanza a todos».