Por esas cosas raras de la vida, me encuentro con la Orden 65/2016 de 18 de octubre de la Consellería de Educación, Investigación, Cultura y Deporte de la Generalitat Valenciana, publicada en el Boletín Oficial de esa Comunidad el pasado 20 de octubre, y en vigor hace justo una semana, que aprueba las bases reguladoras del procedimiento de subvenciones a Ayuntamientos, Mancomunidades de Municipios y Entidades Locales Menores de esa Comunidad y municipios de El Carxe (Iecla, Jumella i Favanella), que realizan actividades de promoción del uso del valenciano.

Me sorprende esta novedosa norma. Resulta que Iecla es Yecla; Jumella, Jumilla y Favanella, Abanilla en castellano de toda la vida, o sea, el que hablamos aquí. Mi curiosidad por conocer más detalles me lleva a explorar que esos tres municipios, forman parte de un total de veintidós pedanías, para configurar la sierra del Carche (Carxe en valenciano) de unos 1.371 metros de altitud, que da nombre a una zona de los municipios murcianos donde dicen que se habla catalán/valenciano, de manera continuada desde el siglo XIX, dada su cercanía a esa Comunidad, sobre todo a la localidad alicantina de Pinoso. Estamos hablando de unos trescientos kilómetros cuadrados con menos de quinientos habitantes, cuyas pedanías más importantes son La Cañada del Trigo y La Torre del Rico de Jumilla, El Collado de Los Gabrieles y La Cañada de La Leña de Abanilla, y Raspay de Yecla.

Me propongo ir inmediatamente para saber si realmente allí se habla o no el valenciano y si sus habitantes se sienten murcianos, más por curiosidad que por legalidad, pues está claro que si la vecina Comunidad Valenciana (que debe estar bien de dinero, dicho sea de paso), subvenciona a estas tres localidades de El Carche, no seré yo a quien le parezca mal que venga dinero lícito a mi tierra. Se trata, entre otras cosas, de rotular exclusivamente en valenciano los indicadores urbanos, realizar cursos, actividades culturales y servicios de promoción del valenciano o usar el mismo en las redes sociales por la entidad municipal.

Otra cosa distinta es si estamos corrigiendo lingüísticamente las fronteras territoriales de esta España autonómica. Si encima que somos uniprovinciales (mientras no se apruebe la provincia de Cartagena, que peculiaridad para ello tiene), vamos perdiendo metricos cuadrados, al final vamos a tener que reivindicar nosotros Orihuelica del Señor, por ejemplo, que al fin y al cabo es la Vega Baja del Segura y allí raramente se habla valenciano. Sus huertas, la cantidad de municipios que engloba, sus obras de arte, así como la casa de Miguel Hernández, siempre serán bienvenidas, junto con sus entrañables ciudadanos, tan queridos por nuestra Región murciana.

La Orden citada pasó por el preceptivo dictamen del Consejo Jurídico Consultivo de la Comunidad Valenciana, que emitió su ok, manifestando que era conforme con el ordenamiento jurídico, siempre que se atiendan a las observaciones ´esenciales´ formuladas, siendo la más importante de ellas, lógicamente que se pusieran los nombres en castellano; esto es, Yecla, Jumilla y Abanilla. Si un Joan catalán cuando viene a Murcia tiene todo el derecho del mundo a que se le llame así y no Juan, con más motivo un grupo de personas, que es lo que conforma un pueblo, deben ser denominadas según su lengua, y no con la de la Comunidad que subvenciona. Al final, esta norma tan curiosa se publicó en los dos idiomas.