Si la brutal agresión a una niña de ocho años en el patio de un colegio de Palma de Mallorca nos sorprendía estos días por la violencia con la que se emplearon los escolares, más sorpresa ha causado, en mi opinión, que se tachen estos hechos como una simple pelea entre niños por un balón y sólo se haya castigado a los agresores con entre 3 y 5 días de expulsión del centro, mientras la víctima sigue en el hospital. La madre de la menor asegura que su hija no quiere volver, como es normal, al colegio y la única opción que les queda es cambiar de centro si no quieren encontrarse de nuevo a los agresores. Y eso me recuerda, lamentablemente, la situación que sufren la mayoría de víctimas de la violencia de género en España que, ante la lentitud y, en muchos casos, la inacción de la justicia, deben dejar su casa, a su familia y amigos, y huir de la ciudad en la que viven para escapar de sus agresores si no quieren pasar a engrosar las cifras de mujeres que mueren a manos de sus parejas. Y eso es otra forma de maltrato hacia las víctimas de la violencia machista, como lo es también para los menores que sufren acoso escolar. Como en el cuento del mundo al revés, es la víctima la que debe huir mientras el agresor prosigue con su vida como si tal cosa, buscando, en muchos casos, nuevas víctimas con una impunidad que atenta contra el más elemental sentido de la justicia. Y eso, por desgracia, no tiene visos de que vaya a cambiar.