Los buceadores que el pasado fin de semana nos acercamos a disfrutar de los fondos de la Isla de las Palomas, en Cartagena, nos encontramos con un más que desagradable escenario: decenas de peces muertos y un paisaje propio de una película de terror. Era tal el desastre y la desolación que todos decidimos terminar la inmersión antes de tiempo. Poco después nos enteramos de que la causa de este desastre ambiental era la explosión dos días antes de una antigua bomba de aviación, en las proximidades de la isla de Las Palomas, a 29 metros de profundidad, realizada por la Unidad de Buceadores de Medidas Contraminas de la Armada. De todos es sabido que los buceadores (los buenos, al menos) son los primeros defensores del medio ambiente por lo que esta situación causó gran pesar en el colectivo, aunque, como también es natural y entendible, era necesario neutralizar la bomba para garantizar la seguridad en la zona. Los peces fueron, en este caso, los daños colaterales que, como ocurre en las guerras, alguien ordena sacrificar para evitar un mal mayor, aunque eso no merma ni un ápice el dolor y la desolación causados.