El acoso policial de España y Francia estimuló el cese de los atentados de ETA, que en 2011 se vio forzada a anunciar el fin a 43 años de terrorismo. Y ciertamente este país recobró la tranquilidad que durante tanto tiempo había perdido, hasta el punto de que casi nos habíamos olvidado de todo aquel horror. Pero miren por donde ha irrumpido con fuerza el discurso del secretario general de Sortu, Arnaldo Otegui, no sólo en el programa de televisión Salvados, que tanta polvareda ha producido, sino también en declaraciones que han puesto de manifiesto lo que ya nos temíamos, que debajo del discurso de paz y bienaventuranza del hoy aspirante a lehendakari se esconde el etarra que fue.

Y es que han pasado los años, pero no hay en sus palabras un atisbo de piedad hacia los que murieron de forma tan vil cuyos asesinatos Arnaldo Otegui es incapaz de condenar. Otegui es un personaje que tuvo la oportunidad de dejar el mundo del terrorismo al disolverse ETA p-m, banda en la que militaba, y que prefirió continuar formando parte del ámbito de la extorsión, del tiro en la nuca, de los ruines secuestros, pasándose a ETA militar para seguir en el terrorismo, y que hoy se presenta ante los ciudadanos como aspirante a presidente del Gobierno vasco sin un atisbo de pesar en sus declaraciones, sin el menor arrepentimiento por todo el dolor que sembró la banda terrorista ETA, a la que él pertenecía.

Esta indecencia parece haber cogido a algunos de improviso, pero los que hemos seguido las declaraciones de este personaje al salir de la cárcel, asegurando en rueda de prensa que será «el lehendakari más peligroso para los intereses del Estado», nos da una idea de por donde irá este exetarra que ahora se presenta como hombre de paz y que habla y obra transmitiendo una sensación de inmundicia, y es capaz de decir ante una cámara, sin que se le caiga la cara de vergüenza, que el día del terrible asesinato del joven concejal del PP Miguel Ángel Blanco, él estaba en la playa con su familia. Dios mío, qué nauseas sentí al verlo diciendo esto. Él, que formaba parte de la mafia de ETA, no sabía que ese día sería asesinado Miguel Ángel. No se puede ser más vil y despreciable, como una vez más puso de manifiesto este abyecto personaje que se negó a condenar como parlamentario el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997 y que ahora „según él , «la palabra 'condena' no ayuda dentro de la izquierda abertzale porque significa 'bajada de pantalones'»„ no pide perdón sino ´disculpas´ por los asesinatos cometidos.

Qué se puede esperar de un personaje que, como contó en Salvados la hija de Fernando Buesa, dirigente del Partido Socialista Vasco asesinado por ETA, este aspirante a lehendakari le regaló un mechero a su padre, semanas antes de su asesinato, y tras el mismo Otegi no tuvo la valentía de condenar la acción. Pero lo más incalificable es que cuando Sara Buesa dijo: «Otegi conocía a mi padre y no fue capaz de condenar su asesinato», él lo justificó cínicamente con una frialdad sólo al alcance de los desalmados: «Porque la violencia refuerza al Estado». Esto apuntó este personaje capaz de decir, sobre el atentado de Hipercor en Barcelona „en el que los matones de ETA asesinaron a 21 personas en 1987„, que ETA avisó en tres ocasiones para que el centro comercial fuese desalojado porque «la intención no era matar». Es decir, ponían bombas, pero no tenían intención de matar, que hay que ser cínico.

Que gente como ésta pueda llegar a gobernar Euskadi es para preocuparse. Hemos de confiar en que la sentencia del Tribunal Supremo que lo inhabilita para ocupar un cargo público hasta 2021, al considerarlo ´integrante´ de la banda terrorista, impida que pueda llegar a tener influencia en las decisiones del Gobierno vasco, ya que alguien que piensa que «la violencia refuerza al Estado» no puede estar al frente de un Gobierno, no importa de qué signo.