En una región donde tantas cosas malas ocurren (como en otras partes del país, de Europa y de mundo, o aún más) puede constatarse que vive el jazz y goza de muy buena salud. Cuando la música prefabricada, incluso la música-fácil, casi basura o basura sin casi (puede hablarse de esto como cuando hablamos de 'comida') inunda todo el panorama, resulta que tantos músicos se interesan, reflexionan, lo practican y lo difunden en directo; y proliferan los lugares en que se imparte su enseñanza, con algunas salas donde puede degustarse con regularidad, como La Puerta Falsa, pero sobre todo Jazzazza o Zalacaín, si nos refrerimos a Murcia capital, donde ciertamente es más fácil escucharlo.

Afirmo, sin temor a confundir o magnificar, que la lista de músicos de calidad es amplia: pianistas, bajistas, baterías, guitarristas, tañedores del viento como el saxo o la trompeta, flauta, clarinete, voces principalmente femeninas, así como algunos lugares paradigmáticos para su enseñanza: La Alberca, Las Torres de Tocilla, espacios de confluencia de músicos, como la Sala de Berta o lugares más particulares donde puede hacerse jazz del más genuino y espontáneo sin sacrificar la pureza de este lenguaje tan fructífero desde el punto de vista musical.

Es igualmente frecuente que músicos de otros puntos del país vengan a Murcia a impartir master class para instrumentos concretos o combos, como llamamos en jazz a las formaciones instrumentales. Sin ir más lejos visitó a finales de febrero nuestra ciudad de Murcia Ignasi Terraza: un pianista catalán de dimension internacional, cuando hoy día en jazz ser internacional no es algo precisamente fácil.

Ignasi Terraza, del que me honro en ser amigo y alumno, estuvo en el Teatro Circo acompañando a Andrea Motis, cantante y trompetista, con la formación de Juan Chamorro, e igualmente ofreció un concierto de antonomasia con Patxi Valverde al saxo la siguiente noche, la del 27 de febrero, en Jazzazza, sala sita en Algezares. Durante esa mañana impartió su master class ante un grupo de 16 músicos de Murcia y Alicante: no podíamos dejar pasar esta ocasión para estar atento a sus reflexiones, sus consejos, su supervisión aunque sólo fuera por seis horas.

Ignasi quedó ciego a la edad de diez años; y desde luego puede figurar, él sí, con pleno derecho, en la lista de los grandes pianistas ciegos de la historia del jazz: Art Tatum, Lennio Tristano, Jeorge Shearing, Ray Charles o Tete Montoliú; puede confrontarse mi pequeño artículo en la página Tifloinforma.com.

En Jazzazza Ignasi tenía la misión de acompañar a Patxi y también la de sobresalir en sus propios 'solos': y en todo caso era un auténtico monstruo, marcando estrictamente tiempo y tempo, con la precisión de un piano roll, de aquellas pianolas de primeros del XX que tanto difundieron el ragtime de Joplin, Morton y otros; si dispusiéramos de un teclado de ocho octavas, como los de los pianos, o mejor, si al Kawai de Joaquín en Jazzazza le hubiéramos implementado midi y este hubiera conectado con los dispositivos adecuados podríamos haber desconectado de la red Cofrentes, que Ignasi habría abastecido de luz a un par de buenos núcleos urbanos: corazón y energía hechos arte, durante dos horas y media, gracias a la generosidad de estos dos grandes músicos, Patxi e Ignasi.

Pero la lista de músicos de calidad no es pequeña en nuestra capital, y quiero desde acá rendirles a ellos un homenaje como se merecen, ya que pueden pasar desapercibidos por desgracia al gran público, porque tantas veces lo bueno es cosa de pocos.

Me atrevo a citar a unos pocos de estos buenos músicos, sin que se me molesten tantos otros que quedarán necesariamente por fuera: los pianistas Carlos Sáez, Javier Bermejo, Antonio Mateo, Pedro Baños, Carmen Climent?; los bajistas Jesús Gea, Pedro Molina, Sergio Valcárcel; los baterías Curro García, Sebastián Mondéjar, Andrés La Fuente, Federo, Chimy...; la guitarra de nuestro querido Sopas, Roberto Jimeno, Chalton...; los saxos Patxi, José Pérez?; flautistas como Marcial Picó; el clarinete de Andrés Santos; las voces de Esther Eu, Malu, Cari o Paula... y tantos y tantos otros compañeros y amigos que, como acabo de decir, quedan ineludiblemente por fuera y, sin embargo, están ahí, en tantas noches y tardes de Murcia región, incluso en restaurantes amenizando bodas, sin que el personal a veces sepa valorar, por desgracia, todo el trabajo y el potencial artístico que tiene delante.

Acercarnos al jazz es hacerlo al buen gusto, al quehacer transparente y sutil, a la fuerza de los buenos sentimientos y al lenguaje de la cordialidad y del esfuerzo, como sucedía en aquellas plantaciones de esclavos de la Luisiana de quienes somos herederos aunque tanto haya llovido mucho menos de lo que en algunos sitios hace falta.

Además, como dice un buen amigo: «¡Donde hay música no puede haber nada malo!».