Aunque estas pobres palabras no sirvan de nada, no quiero callar. Escribí hace tiempo del asunto creyendo que el sentido común superaría la letra de la norma, de la ley escrita por raras inteligencias que no entienden ni de estética ni de bienes comunes. Según la periodista María José Martínez, corresponsal en el Mar Menor, el pasado domingo fue el último de ese hermoso lugar amenazado, condenado, de la Lonja de La Ribera, el establecimiento de Gregorio Madrid que ha dado felicidad a mucha gente nuestra y la que traíamos para que disfrutaran, durante décadas, de un lugar único frente al azul manso. Por la crónica de la periodista deduzco que pronto será el derribo y el desalojo definitivo, el adiós que se convierte en un recuerdo; ninguna palabra de quienes han abogado por su salvación „muchas y razonadas„, por el indulto necesario, deben haber sido consideradas palabras de ley, aunque se sepa, a ciencia cierta, que hay palabras y discursos que valen más que la ley; por su tono, por su sabiduría, porque defienden el lugar común de todos y el bienestar compartido.

Venismos siendo torpes desde hace tiempo, memos en nuestros despachos, la cosa no es de hoy, con lo que se comprueba que la sin razón no es cuestión de ningún partido, habita en la sangre de estas gentes legisladoras de la falaz tontuna. Desaparecieron los preciosos balnearios porque a los que ordenaban las costas les parecían elitistas, de uso de la gente con posibles, y en vez de hacerlos utilizables por todos, solo encontraron la eficaz medida de eliminarlos para joder a la clase que los mantenía en su belleza extraordinaria. Solo nos quedaron las hermosas fotos de Severo Almansa, que se cuidó de reventar este pobre ideario del poder de entonces. Ahora vienen los otros, es decir, los mismos cerebros y les estorba un lugar mítico frente al mar para consumir las horas y una estética que hasta la pasadas semana ha sido un lujo y una forma de presunción de los elementos que conforman nuestra región.

Cuando el murciano viaja viene encandilado de parajes mediterráneos como este, con los ´selfies´ en la cámara, pero a la hora de valorar este nuestro, utilizamos la piqueta y la máquina feroz. Me gustaría que en el lugar ´limpio´ que quede al destruir la Lonja de Gregorio, aunque sea por iniciativa privada y vecinal, se escriba „al igual que hacen cuando se inaugura algo„ una plaquita con los nombres de los responsables, para que sirva de sentencia de su conducta, que sin duda respeta la ley, pero la cumple contra la voluntad general de un pueblo. Lamento que esto sea así, que estemos gobernados así, lamento y me aburre la estulticia. Tengo una lista de lugares hermosos de nuestra región por si quieren insistir en el disparate que les hace felices. A ellos y solo a ellos.