Después de los resultados electorales del 20D y conociendo las dinámicas internas y estratégicas de los partidos políticos me hago la pregunta de qué nos queda, porque no se van a producir transformaciones políticas significativas que cambien la política de empobrecer a la gente y precarizar y eventualizar el trabajo, de tal manera que dejan indefensos a los trabajadores de hecho y, además, con las diversas reformas laborales los desampara ante la avaricia y la codicia empresarial.

Habrá una oposición muy importante en el Congreso de los Diputados de mucha calidad, pero insuficiente para transformar las políticas antisociales en políticas sociales, las políticas económicas al servicio de la cuenta de resultados de las transnacionales en políticas económicas donde la persona sea lo primero€Cuando vi los resultados me acordaba de la gente que habían sufrido o estaban inmersos en el drama de los desahucios, en esas personas que cuando lleguen los Reyes Magos te van a pedir diez euros para comprarles algo a sus hijos en los chinos porque no tienen nada, porque no van a salir por sus pueblos a ver el ambiente navideño porque su economía es de pobreza y miseria y les duele verse en esta situación, recordando cuando salían y se encontraban por la calle con sus amigos y presumían de muchas cosas y de lo que le iban a regalar a sus hijos; esas personas, a las que hago referencia, estarán en sus casas, tristes, llenos de amargura, y sin querer pensar y menos en el futuro, ayudados por los ansiolíticos.

Pienso en esa gente que está en otros países y que van a tener que hacer su vida fuera de nuestro país, lejos de sus familias, de sus amigos, de sus pueblos. Pienso en los dependientes, en nuestro mayores, a los que no les llega la dependencia, con su calidad de vida mermada; en aquellos a quienes les han cortado la luz, en los jóvenes que han dejado los estudios porque no tienen bacas o les llegan muy tarde; en esas parejas que quieren tener un proyecto de vida de familia y con hijos y no lo pueden realizar€Pienso en esa gente que antes veían el futuro con esperanza y seguridad y ahora viven en presente con dolor y vislumbran un futuro sin posibilidades.

Esta gente no puede esperar otros cuatros años, necesitan cambios políticos inmediatos y profundos. Son gente que mira a sus hijos tristes, cada vez más delgados, con ropa de Cáritas, con cartones de leche de la Cruz Roja y que les dicen a su hijos que coman, porque ellos ya lo han hecho; les mienten para no hacerles sufrir. Estas personas, que son millones en nuestro país, no pueden esperar, cada día que pasa es un día insoportable de desgarro del corazón. El hambre y el paro no tienen espera.

Si a esto unimos la presión mafiosa del Ibex-35 con bajadas en la Bolsa y de los inversores especulativos y piratas que hacen que suba la prima de riesgo, todo se pone más difícil. El Ibex-35, formado por las 35 empresas transnacionales españolas, de las causantes de la estafa financiera que ha provocado la crisis económica e impiden que en nuestro país utilicemos un recurso natural como el sol, que nos daría ingresos importantes provenientes de las energías renovables. Todo esto, junto con otros personajes influyentes, como Felipe González, a quien le pagan 120.00 euros por aburrirse, dicho por él mismo, en el Consejo de Administración de Gas Natural y que veranea en un yate de lujo, claman por pactos que garanticen la estabilidad del país. A esta petición se ha unido la voz de la Conferencia Episcopal Española, cuyo presidente, Ricardo Blázquez, pide diplomáticamente que gobierne el partido que ha causado tanto dolor y sufrimiento a las familias españolas.

Otra vez los obispos optan por el dinero y mantener el poder y no por los pobres, los preferidos de Jesús de Nazaret ¡Qué tristeza de nuevo!

Cuando hablan de estabilidad, ¿a qué se refieren? Cuando dicen que los mercados financieros „dictadura de los financieros, especuladores e inversores„ necesitan estabilidad, ¿qué quieren decir? Hay que partir de que la palabra estabilidad a todos nos produce una valoración positiva y que es necesaria. Cuando hablan de estabilidad significa dejar las cosas como están, que no hayan cambios, ningún cambio, y que se mantenga las orientaciones, es decir, seguir empobreciendo a la gente, que sigan perdiendo derechos y libertades, que aumenten la desigualdades, que la economía siga siendo un casino de las finanzas mundiales sin ningún tipo de regulación, que se siga destruyendo el planeta por el calentamiento del clima, que cada vez haya más corrupción, que sigan violando los Derechos Humanos, que la gente pierda cualquier tipo de esperanza de otro mundo distinto, más humano, justo y fraterno€ Y todo para acaparar por una minoría la inmensidad de las riquezas. La estabilidad de esa minoría es la inestabilidad del resto de la humanidad.

Ante todo esto, retomando la pregunta inicial del artículo, ¿qué nos queda?

Puedo decir desde el corazón y con el corazón, a veces feliz y otras veces sufriente, que nos queda nuestra dignidad, nuestra sensibilidad y nuestra conciencia; nos queda nuestra capacidad de amar, de luchar, de reconciliarnos, de levantarnos cuando caemos, de encontrar nuevos caminos cuando parece que todo se ha perdido y no hay esperanza; nos queda nuestra esperanza que nace de nuestros valores, de nuestros pensamientos por querer una humanidad de todos y con todos, construida por cada uno de nosotros, sin excepción; nos queda seguir construyendo una sociedad del bien común, verde, amable, libre, ética, que comparte sus bienes y establece un comercio justo.

Nos quedan nuestra sonrisa, nuestras lágrimas, nuestros miedos que no impiden nuestras actuaciones, nuestros horizontes, nuestros besos y caricias, nuestra creatividad en la lucha, nuestra perseverancia, a pesar de todo, por seguir confiando en el ser humano; nos quedan nuestros ideales, nuestras utopías que nos hacen caminar; nos queda nuestras movilizaciones para transformar una sociedad que trate a la persona como persona.

Nos queda la calle, nos queda estar al lado de la gente que es explotada y oprimida, aunque voten a los mismos que los explotan. ¡Qué doloroso es esto!

¿Qué nos queda? Nos queda mucho por sentir, por emocionarnos y por hacer.