Si al macho cabrío no hay que entrarle por delante, al caballo no hay que hacerlo por detrás, y a los tontos y a los políticos por ningún lado. ¿Cómo se les ocurre a los dos pavos, en el cara a cara, meterse el uno con el otro, insultándose y sacando trapos sucios, sabiendo que ambos iban a salir topados o coceados para regusto de los ausentes? ¡Ay! ¿y éstos pretenden dirigir un país? Menudas luces. Así que no levantamos los pies del plato.

¿Que quién ganó el debate? Pues mejor digamos quienes lo perdieron: los dos.

Y es que el cara a cara más visto de la historia de la televisión pudo haber reforzado la figura de ambos políticos y por la mala hostia de uno, que tiene y mucha, y por la pavancia del otro, lo que parece que han conseguido es reforzar a Albert Rivera y a Pablo Iglesias.

Todo era previsible, que el socialista iba a atacar con la corrupción y el popular se defendería con la economía, pero nadie podía pensar que el más joven iba a poner sus atributos viriles irracionales encima de la mesa, sin ningún sentido. Desde el primer segundo vimos a un Pedro Sánchez agresivo que no cumplía con las propuestas temáticas del pobre moderador, transmitiendo la sensación del loro que aprende cuatro palabras y que, le preguntes lo que le preguntes, siempre responde lo mismo. Sánchez mostró la peor de sus imágenes, agresivo, insultante, irrespetuoso, indisciplinado, demagógico, cansino, reiterativo, ofensivo, embustero, manipulador, tergiversador de las verdades, pero no conforme con el bochornoso comportamiento hacia su opositor y el moderador, mostró ante millones de votantes que no tiene ni idea de lo que va a hacer si llega al Gobierno, pues al respecto nada dijo.

Si ya la mala y agresiva imagen era notoria, se agudizó mucho mas cuando dijo «yo soy un político limpio y decente». Señor Rajoy «usted no es decente», traspasando la invisible línea que jamás un aspirante a la presidencia del Gobierno, ni cualquier otra persona, debiera cruzar. A otros, por menos, los llevan al juzgado. Autocalificarse de ´limpio y decente´ es una arrogancia inadmisible, pues esas calificaciones son atribuciones que nos tienen que regalar nuestros semejantes, no nosotros mismos. ¿Conocen ustedes a algún chorizo que no se autocalifique de honrado?

Quiso resarcirse de su fiasco del debate a cuatro enalteciendo a sus mesnadas inflando a hostias a Rajoy delante de tó quisqui, confundiendo el foro de debate con una plaza verdulera del Medievo. Lo que fue un error que le hará perder votos moderados, que son los que dan el Gobierno. No le escuchamos ninguna propuesta normal y creíble; de hecho, las evitó, pues estuvo erre que erre con eso del ´rescate´ y la ´corrupción´, así como si no estuviésemos hartos de escucharlo todos los días, dejando escapar la gran oportunidad de que más de once millones de españoles escuchasen lo que va a hacer para mejorar nuestras vidas y solucionar nuestros problemas.

Rajoy hizo lo que pudo para salir del bache. Es como si a un padre honrado, formal y serio, le sale un hijo o dos desvergonzados, drogadictos y calaveras. ¿Qué culpa tiene el hombre? Ninguna. Pues ahí le metió Pedro Sánchez, a pesar de tener elementos parecidos en su seno, hurgando una y otra vez en la herida de la corrupción, las reformas y el rescate. Pero como Mariano no reaccionaba, entonces arremetió contra él atacando su honorabilidad y decencia, despertando al lobo que todos llevamos dentro.

Si Rajoy demostró que no está para continuar al frente del país, más claro estuvo aún que Pedro Sánchez no es el presidente que necesitamos ni nos merecemos. Así las cosas, bien puede decirse que los vencedores de la noche fueron los que no estuvieron allí: Albert Rivera y Pablo Iglesias.

Por cierto€, ¿quienes asesoran a Pedro Sánchez? Sólo con ir, decir su programa y transmitir ilusión a la gente ya hubiese ganado€ Entonces, ¿para qué pisar la mierda si al final se llevó el olor en el zapato? ¿de verdad le mereció la pena?

Lo dicho, entre políticos, se entren por donde se entren, se topan o se cocean.