En otros tiempos, y de eso no hace tantos años, las agendas de los gobernantes, en los dos meses previos a las elecciones, estaban muy apretadas con colocaciones de primeras piedras, cortes de cinta e inauguraciones. En las generales si el Gobierno regional o importantes ayuntamientos eran de la misma cuerda que el mandatario en Madrid preparaban una apretada visita. En un descampado se colocaba la primera piedra de una futura estación de autobuses, de un colegio público o de polideportivo. En algunos casos cuatro años después se colocaba la segunda. Hospitales, tramos de carreteras, centros culturales, se reinauguraban hasta con fuegos artificiales. El entonces presidente Aznar llegó al Valle de Ricote para colocar la primera piedra del Trasvase del Ebro.

La oposición se quejaba ante las juntas electorales por considerar electoralistas aquellos actos y los promotores de los mismos ironizaban diciendo que cada uno arrimaba el ascua a su sardina. Un veterano e ilustrado abogado canario en un esfuerzo de consenso, jugando con los dos términos califó aquello de ´electoralismo sardinero´.

La agenda de los gobernantes ahora está más apretada para asistir a programas populares de gran audiencia en las televisiones o espacios radiofónicos deportivos, eludiendo los debates. Y tampoco es cuestión de llegar a una comunidad uniprovincial del Levante español, cortar la cinta de un aeropuerto terminado, visitar una desaladora, la buena marcha de las obras del AVE o asistir a la colocación del escenario en un auditorio municipal.

Los baños de masas también comportan sus riesgos porque pueden aparecer los reventadores de turno y decir cuatro frescas, como en otros tiempos pasó al ´paracaidista´ Mariano Bermejo o a la exministra Narbona. Al final estas campañas terminan con una visita galopante, una agenda corta y muy apretada, en locales cerrados, una intervención sin preguntas y los cortes juntos y preparados para los medios de comunicación. No es cuestión de complicar las cosas porque de eso ya se encargan las encuestas aunque estén bien cocinadas.

Ahora andan enfrascados unos y otros en sus denuncias sobre lo que el agudo abogado ilustrado calificaba en la isla de Tenerife de ´electoralismo sardinero´. Pero esa es otra historia.