Ahora que ya estamos en campaña, me pregunto yo, en mi ignorancia, si es verdad, como dicen, que hay más de un 20% de indecisos, de personas que no han decidido a qué partido votar en las próximas elecciones. A estas alturas da la impresión de que disponemos de la suficiente información sobre ellos y sobre sus líderes. De hecho, sinceramente, creo que nunca hemos tenido más datos. Los hemos visto en todas la situaciones posibles: a uno jugando al dominó; a otro de ellos en cueros en un cartel electoral; a dos sentados en un sofá charlando con un cantante de rancheras; a otro entonando una bonita canción, acompañándose a la guitarra; al mismo, con la melena suelta al viento, recién duchado, en su casa, con aspecto de acabar de ponerse limpio para la entrevista, aunque vestido de pena, como siempre. Los hemos escuchado hablando de sus familias, de su infancia, de su adolescencia, de los amores de juventud, de sus esposas y de sus hijos, el que los tiene. Los hemos visto arreglados y con corbata, con la camisa abierta, con un espantoso impermeable corriendo bajo la lluvia; tomando una cerveza, etc... Lo único que nos falta que ver de ellos es un vídeo porno casero, y creo que si las elecciones, en vez de ser en diciembre fuesen en enero, y siguiera esta escalada de ofrecer el máximo de familiaridad para conseguir votos, quizás habría alguna opción para ello.

Se dice que de toda esta eclosión mediática de los líderes son responsables los directores de campaña, una profesión esta que me parece fascinante. Imagino a uno de estos señores, o señoras, con una calculadora en la mano tratando de averiguar qué es lo que suma y qué es lo que resta posibilidades a su candidato, y tomando decisiones al respecto. Por ejemplo: ¿qué desgasta más? ¿Que Rajoy no acuda a un debate? ¿Que a otro mande a la vicepresidenta Soraya? ¿O que vaya él en persona y los otros candidatos le den palos hasta en el cielo de la boca? Está claro que la apariencia de cobardía es un punto negativo, pero, ¿y si mete la pata? ¿Y si le pega una colleja a otro líder igual que la pegó a su hijo en una emisora de radio? ¿Sabría el director de campaña que, si Rajoy no iba al debate, los emergentes iban a dirigir sus ataques contra Pedro Sánchez, que era lo más viejo que tenían a mano? Ya les digo, una cosa apasionante imaginar al director de campaña con la calculadora en la mano sumando y restando puntos por esto o por lo otro.

A mí, que Soraya Saéz vaya a un debate, aunque sea de lideresa suplente, me gusta mucho, más que nada por ver a una mujer ahí puesta en un papel principal, porque mucha reivindicación feminista pero, a la hora de encabezar, está claro que los partidos los prefieren con la barba cerrada. Aquí, en Murcia, al menos el PSOE ha puesto a una mujer, María González, pero el otro día leí la estadística de encabezamientos de listas y ellas lo tienen bastante crudo, aquí, y en toda España.

El caso es que ahora comienzan los mítines y vendrán nuestros líderes para ser vistos en carne mortal, en vivo y en directo, con el propósito de que los militantes los abracen, los apretujen y los llenen de babas con sus húmedos besos, porque, como todos saben, los mítines no se hacen para conseguir votos, sino para que los incondicionales se rearmen ideológicamente. Y también para que los medios nos ocupemos de ellos y conseguir publicidad gratis.

En cualquier caso, qué estupendo es esto de las elecciones, de la democracia, de que los políticos vengan a pedirnos a nosotros, los ciudadanos de a pie, nuestros votos. Puede ser que no nos hayan hecho caso alguno durante cuatro años, pero ahora sí que nos necesitan, y los tenemos en la palma de la mano, aunque en vez de poner alpiste para que acudan a comer, les pongamos nuestras papeletas. Pero acuden. Jolines que si acuden.