El sábado leía en este periódico que Murcia contará con la primera Oficina Municipal del Grafiti de España. Se ve que un graciosete se ha dedicado a estampar su firma en algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad y a más de uno le han entrado las prisas. Según el Consistorio, hay que ponerse desde ya manos a la obra para «encauzar adecuadamente esta forma de expresión gráfica», una propuesta con la que no puedo estar más de acuerdo, pero que me obliga a meter distancia. Por el parecido entre ´encauzar´ y ´perseguir´, digo. Y es que hay que diferenciar entre vándalos -como este chaval- y artistas del grafiti, los que, para muchos, todavía son simples delincuentes. Ojo, no hay que irse a Banksy -al que, por cierto, le protegen sus pintadas con metacrilato desde que se han enterado que valen una pasta-; en Murcia hay gente como el caravaqueño Sam3, reconocido internacionalmente, al que a buen seguro le han pedido la documentación en más de una ocasión pese a mostrar un permiso. Y es que para algunos un spray siempre estará más cerca de un arma que de un pincel. Salvo que seas Banksy, claro.