Me veo en la obligación de pedir disculpas al arzobispo de Valencia, monseñor Cañizares, y a todos quienes, como yo y casi todos a quienes reconozco buena fe, se sintieron decepcionados por la sarta de críticas que con intención progresista y falsa, criticaron con saña aquello de «es posible que no todo sea trigo limpio» entre los refugiados que huyen del infierno yihadista, con el que monseñor hubo hecho una humilde admonición. Ni uno entre cien dudaría ahora de lo real que resulta aquello. París, Bélgica, el horror de las bombas, kamikazes asesinos, la guerra€ todo, nos viene a ratificar aquella advertencia. Ni al malhechor más estúpido se le ocurriría atravesar una frontera dando la cara, con su pasaporte verdadero y descojonándose de todos: lo haría infiltrado entre la buena gente. Reciba muchas disculpas, monseñor Cañizares.