iguel Sebastián, economista y exministro de Economía de José Luis Rodríguez Zapatero, protagonizó anteayer el Foro Nueva Murcia con una charla sobre su último libro, recién publicado, ´La falsa bonanza. Cómo hemos llegado hasta aquí y cómo intentar que no se repita´. Como casi todos los libros de economía, en su largo título lleva implícito el mensaje a modo de entradilla informativa que hace las veces de corolario, incluso sin necesidad de leer la obra. Sin embargo, aconsejo leerla para saber cómo se gestó la gran crisis que aún nos concierne con sus últimos coletazos (espero) y para tratar de evitar en el futuro una situación similar. Les adelanto que conseguir este último propósito es muy complejo, según las palabras del propio conferenciante, que trajo el ejemplo de «Isaac Newton, a quien todos catalogamos como una persona inteligentísima, y sin embargo se arruinó en la burbuja especulativa de los Mares del Sur», ocurrida a principios del siglo XVIII en Gran Bretaña. Contra lo que pueda parecer, Sebastián fue igual de crítico o más con los gobiernos del PSOE que con los del PP. Y lo hizo de una manera clara, didáctica y entretenida -incluso con algún episodio divertido- hasta el punto de que entre los oyentes solo se escuchó algún carraspeo al principio de la charla y hubo total atención hasta el final. Su conferencia de Murcia podría ser un buen argumentario para que los políticos nacionales de los cuatro partidos que ocuparán la mayoría de los escaños a partir del 20-D tomaran nota de cara al inédito escenario que nos deparará sin duda la XIII Legislatura de nuestra democracia. El exministro cifró en 16 los grandes pactos de Estado que aún deberían suscribirse en nuestro país y brindó por que en esta ocasión en que no se prevé mayoría absoluta de ninguna fuerza, el acuerdo que salga de la urnas para gobernar -un matrimonio entre PP y PSOE fue el único que rechazó el exministro- sea lo suficientemente fuerte como para acometer los deberes que quedan.

En Murcia no hay marranos Todo el mundo sabe que en la Región nadie saca las bolsas de basura a deshora (a ser posible, por la mañana temprano, para que el sol de todo el día haga su trabajo en la descomposición de los desechos); nadie deja las cacas de sus perros sin recoger en plena calle; nadie escupe al suelo; nadie arroja desde el coche las colillas (apagadas y encendidas, por favor, y a ser posible, estás últimas por el Puerto de la Cadena); nadie tira papeles, botes y comida en las aceras; nadie pintarrajea las paredes de los edificios o los monumentos de la ciudad. Todo el mundo sabe que en la Región no hay marranos. Y, entonces, ¿por qué lanzan en Murcia una campaña destinada a personas que no existen? ¿Qué necesidad tiene la empresa y el ayuntamiento de Murcia de gastar dinero en recordar las multas destinadas a los marranos si aquí no hay marranos? ¿Cuál es el problema para las voces que se alzan contra la campaña? ¿Que se use el término ´marrano´ en vez de cualquier otro eufemismo que nos hace a todos más correctos? Marrano. Pues no suena tan mal para definir a todos los marranos que a diario pueblan cualquier rincón de esta hermosa Región.