Aquellos que lean esta líneas acabarán diciendo que soy muy iluso? y les doy la razón. Lo soy, pero escribo bajo el paraguas del título de esta columna, y eso es lo que hago, pensar en voz alta.

Desde hace mucho y de manera intermitente me quedo en blanco, y mirando a ninguna parte pienso en la muerte, no en balde uno está ya al otro lado de la montaña dirigiéndose con paso firme y decidido a la meta, una meta a la que todos llegaremos? Pienso en la muerte, miro a mi alrededor y veo que es absurda la situación y, en cierto modo, me enfado pensando «te mueres y ya está»? No me digan que no es indignante: te mueres y se acaba la historia. Es muy triste que uno se entregue en cuerpo y alma a esta absurda competición que es vivir para desembocar en la muerte; y se acabó, jopé. Es muy fuerte, no le veo sentido.

Te pasas la vida más o menos puteado? ¿para qué? Para morirte. Tiene narices que hagas lo que hagas todos tenemos el mismo premio. Que no me venga nadie hablándome de la resurrección de la carne, del paraíso o de aquel sitio en el que esperan a uno un 'puñao' de vírgenes (nunca esperan efebos para ellas); que no me lo digan porque algunos de esos bien que se apestillan en el más acá (algo se olerán). Por todo ello, si el premio es la muerte, pienso ¿para qué andar puteados todos los días de nuestra vida? ¿Para qué andamos dándonos guantazos unos a otros si guanteadores y guanteados tendrán la misma recompensa?

¿Para qué las guerras? ¿Para qué molestar al prójimo? ¿Para qué hacer el mal? ¿Para qué pisotear y escupir al que te acompaña en esta absurda carrera? ¿Qué sentido tiene soportar las gilipolleces y tonterías que ciertas personas quieren imponernos? Desde que uno acude por primera vez al colegio intentan marcarte, una vez unos y a la vez siguiente otros. ¿Para qué nos complican la vida los políticos? En definitiva, no saben hacernos el tránsito a la muerte más cómodo. Viene uno y dice que esto es blanco; al rato viene otro y dice que es gris y un poco más tarde un tercero dice que es negro. ¿En qué quedamos? Faciliten el viaje, hagan que todos disfrutemos de lo mismo; si la recompensa es la muerte para todos ¿por qué no tenemos todos la misma vida? ¿Para qué tanta pelea, tanto horror, tanta inquina?

Me enfado conmigo mismo y me pregunto ¿para qué? Es muy fácil, para algunos, hablarnos de que hay vida después de la vida; una vez, a una pregunta por el estilo, alguien me dijo que mucho de todo esto es cuestión de fe? Le contesté que fe es ese cajón de sastre al que se recurre cuando no se tienen muy claras las respuestas. Otros, por aquello de la otra vida, mandan por delante, previa inmolación, a unos pardillos para que, seguramente, le hagan un informe detallado. Pero no las deben de tener todas consigo cuando ellos no se inmolan directamente.

¿Para qué llevarnos mal? ¿Por qué no llevarnos bien? ¿Por qué no eliminar las rencillas, las guerras, abusos, latrocinios, homicidios? todo lo malo, todo lo que nos hace daño? ¿Por qué no ser todos iguales, si al final la muerte, lo único cierto, nos iguala?

Cuando alguien hace daño, de cualquier tipo, ¿qué consigue? Juro que no lo entiendo. Cuando se pisotea al prójimo para atesorar más y más indecentemente ¿qué se siente? Al final, pisoteador y pisoteado, crematorio o tierra. Aún estoy esperando que alguien venga desde la dimensión correspondiente y nos ponga al día. Seamos mejores y seamos iguales antes de acabar esta carrera, por muy de moda que esté el correr. Sé que todo es una ilusión, que es imposible, pues la incongruencia forma parte del ADN humano.

Pero sea lo que sea por lo que estamos aquí me seguiré preguntando: ¿Para qué?