Se imaginan a un parlamentario alemán despreciando a las víctimas del nazismo? ¿A un senador francés mofándose de dónde puede estar enterrado Victor Hugo? No digo que no los haya, ´cafres´ hay en todas partes, pero dudo de que puedan ser portavoces de partidos europeos democráticos homologados, y menos de los que se autoproclaman ´humanistas´.

Peñarrubia, senador por Murcia, que lleva viviendo del cuento de la política desde los tiempos de la Transición, se ha permitido ambas cosas. Ha despreciado a las víctimas del franquismo y se ha permitido una gracieta sobre dónde puede estar enterrado Federico García Lorca, el poeta español con más proyección internacional de todos los tiempos. No sabemos, aunque lo intuimos, si por ignorancia o maldad. Si por falta de humanidad o sectarismo ideológico. Por gracioso o afinidad política con los sublevados.

«Ya no hay más fosas que descubrir, salvo que se empeñen en buscar a Lorca en los cuatro puntos cardinales de España. Ahora mismo no hay más sitios donde ir. Dejen de dar la murga con esta cuestión, que son muy cansinos», ha dicho el exdelegado del Gobierno en Murcia en sede parlamentaria. No es esto lo que dicen ni la Historia ni los datos, avalados por la ONU. Se calcula que todavía hay en torno a 150.000 víctimas en las cunetas de España. Cientos de miles de españoles pidiendo ´descansar´ en un lugar digno, cientos de miles de familias que no tienen una tumba donde ir a visitar y recordar a sus seres queridos.

Que el PP haya decidido, actuando contra la Ley y los informes de la ONU, retirar las ayudas para la exhumación e identificación de personas desaparecidas constituye sin duda una gravísima falta de humanidad y un insulto para los familiares de los desaparecidos, como ha apuntado la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica). Pero está en su derecho de hacerlo legalmente con su mayoría absoluta. Que Peñarrubia se vaya a la Comisión de Presupuestos a defender esa postura con mofa y desprecio, algo que antes hicieron gente de su partido como Rafael Hernando o Pablo Casado, trasciende el terreno de la política y entra de lleno en el de la obscenidad.

Peñarrubia, a fin de cuentas, ha hecho lo mismo que el impresentable concejal Zapata: permitirse una risa a cuenta de las víctimas. Cada uno a su manera. Uno a cuenta de las víctimas del terrorismo etarra y otro de las víctimas de la represión franquista. La diferencia es que a uno lo persigue judicialmente la Fiscalía y el Gobierno del PP, y el otro campa a sus anchas.