Al menos a mí, no me van a robar el placer de leer la prensa en papel. Desde hace muchos años, comienzo la jornada levantando la persiana de mi mercería temprano y extendiendo sobre el mostrador el periódico. Lo leo de pie y me humedezco las yemas de los dedos para pasar las hojas. No sabría comenzar el día de otra forma. Además, desde siempre los comerciantes le hemos dado un segundo uso al periódico: yo lo utilizo para, una vez arrugado, introducirlo en el interior de las bolsas de aseo que me envían plegadas y darles volumen. También he visto al ferretero hacer trocitos el ejemplar después de leído para liar los clavos, al pescadero envolver con sus páginas los besugos y a la señora de las castañas hacer con él cucuruchos.