Después de cinco años por condena de la Inquisición en prisión, fray Luis de León comenzó sus clases en la Universidad diciendo: Dicebamus hesterna die («Decíamos ayer»). Ni soy aquel excepcional poeta ni he tardado cinco años en volver, sino dieciocho días, lo que quiere decir tres de mis columnas (una por semana) en este diario Y es que aquel día 6 de abril tuve algún problema de coordinación, e incluso para hablar con la claridad que yo deseaba. Por eso no llamé a Juani, aunque Toñi se ve que me vio caerme en el patio mientras ataba a Roque, el perrito, para sacarlo a la calle. Fue cuando llamó a Juani, que vino a toda velocidad. Le comenté que me había caído dos veces en el dormitorio, y que no tenía los del pantalón. Estuvo hablando conmigo un poco y llamó a una ambulancia rápidamente. Les dijo. «Creo que es un 'ictus'».

Y lo era, y pasaban los días y la vida también pasaba desde aquel lunes 6 de abril hasta esta tarde en que escribo la columna para este diario, cuando he tenido mi primer encuentro con compañeros y compañeras de la Facultad, de mi grupo de investigación, del que ahora me retiro como investigador principal; por cierto, me han regalado un naranjo mandarino muy crecido para nuestro jardín, con una primera edición de Escuela de Mandarines, firmada por todos, de aquel Miguel Espimosa genial y deslumbrante en su léxico. Por prescripción facultativa me he quitado trabajo que tenía o que me había buscado yo y me perjudicaba para la hipertensión que padezco, como agencias territoriales de evaluación.

Creo que había preocupación por mi enfermedad, y a cuantos he podido ver se que se han alegrado de encontrarme bien. Eso me afecta posititivamente. Cuando estás, o has estado, al borde del abismo, sea cual sea ese abismo, valoras más a quien tienes al lado. Y en eso ando contento, pues es mucha la gente y de verdad, con los que sabes que cuentas para lo que haga falta. Y algo que me ha gustado mucho: cuando me dicen que estaban contentos por oirme y entenderme bien (ya saben ustedes que esto de los ictus tiene mucho que ver con el habla). Me di cuenta de que tenía algo porque los trastornos del lenguaje son una de mis especialidades, pero no lo apreciaba totalmente o no quería mi consciencia que fuese así. Es por eso que ahora, como en un ejercicio de memoria y coordinación temporal, trataré de explicar lo que he sentido durante estos días y qué cosas he percibido con más atención.

Lo primero es lo que tiene relación con el ictus que sufrí. Y debo decir que me alegro de que, a pesar de los políticos y de los altos responsables que tienen a su cargo la sanidad pública en esta Región, la Unidad de Ictus del Hospital Virgen de la Arrixaca es un ejemplo excepcional de trabajo bien hecho por profesionales de la medicina, tanto en el trato clínico como en el trato humano, desde los médicos Ana Morales (Coordinadora de la Unidad) o Rocío Hernández Clares (que se hizo cargo de mí cuando llegué), hasta el personal auxiliar y/o técnico, todos ellos. Se nota que esa Unidad funciona como grupo de tratamientro investigador desde que llegas allí hasta que te despides. He tratado de informarme después del trabajo que viene realizando esta Unidad de Ictus y que es de felicitación total. Por eso lo hago ahora, porque me han salvado la vida y porque si ustedes tienen un ictus y van allí, lo sabrán enseguida. Desde aquí felicito a todos los hombres y mujeres que trabajan allí, una dependencia existente en la planta cuarta del Hospital Virgen de la Arrixaca, del que volví el sábado 10 de abril a mi casa. Vivo, y sin secuelas aparentes.

Desde aquel 6 de abril han pasado otras cosas. En primer lugar sentir en la piel mía los rasgos de amistad de tantas y tantas personas que me han llamado o han hablado con mi familia para interesarse por mi enfermedad. Una buena noticia: ya no fumo ni fumaré más (sin comentarios). Y he dejado mi agenda definitivamente. La verdad es que no tengo nada que hacer, salvo curarme, estar con mi familia más tiempo y con mi nieta Candela, que aún tiene que aprender a montar en bicicleta, pues ya dispone de una para ello y sólo queda que practique un poco más. Y otra cosa: que aprenda a volar la cometa.

También he disfrutado mucho estos días con el F. C. Barcelona. Esperemos que llegue a la final de la Champion, se lo merece, como se lo mereció el Atlético de Madrid, pero no pudo ser... Al Real Madrid lo esperamos los del Barça con mucho interés, aunque no va a pasar si no hay encuentro directo por sorteo. Veremos...

Me gustaron los capítulos después del prime time que ha hecho Luis Santamaría de su nueva serie para TVE, Acacias 38. Y ayer estuve en la exposición de mi vecino, y sin embargo amigo, Antonio Sánchez Gallego (firma sus obras Antonio Sánchez Galiego). En alguna ocasión he escrito de él que me parece un pintor notable. Ahora, en el Centro Cultural de Santo Ángel expone paisajes, marinas y copias de retratos famosos, o réplicas, o como quieran ustedes llamar a quien pinta bien y recrea esas copias con algún detalle suyo con el fin de recordar al que lo pueda ver que no es suyo y que, aunque le gusta lo que hizo su autor, lo pinta y le agrega un pequeño recuerdo muy personal y ajeno a la realidad del hipotexto.

Sobre el paso de estos días últimos, deseo terminar recordando a mi amigo Ginés, que escribió una columna recordándome la amistad, y amistades que ambos compartimos en el trabajo, y a cuantas personas me han ayudado con una llamada o un recuerdo en estos días en que mi vida estaba en peligro. Pero si he de decir la verdad, me encuentro bien, gracia a esa maravillosa Unidad de ictus del Hospital Virgen de la Arrixaca (mi agradecimiento a todos ellos, y mi felicitación por su compromiso con esta Región, que es tanto como decir por su buen trabajo médico-sanitario.

Se me olvidaba algo importante, pues desde aquel día en que mi mujer observó que no hablaba bien hasta hoy han pasado algunas cosas importantes, como por ejemplo que la Ley Mordaza sigue adelante. Esa Ley sobre la que un editorial del The New Yorck Times reclama a la Comisión Europa que actúe rápidamente para condenarla recuerda sin medias tintas: «La nueva Ley Mordaza española es un retroceso preocupante a los oscuros días del régimen franquista».

Y para no salir de los entuertos cervantinos, Goytisolo, delante de reyes y mandatarios de las letras y demás académicos, viene a decirnos que el Quijote sigue más indignado que nunca. Y que hay que seguirle porque «Podemos cambiar esta situación de injusticia, que era tanto como decir que el primer ideólogo y activista de la formación de Pablo Iglesias pudo haber sido el Quijote, la fuente que nunca deja de manar. Ya saben: pedagogía de una disidencia, justicia e insumisión.

Y todo pasó así, en un tiempo de ictus, personal sanitario excepcional y de diarios anunciando que Rato era ya vicepresidente de aquel Aznar tan de derechas. Como si no lo supiéramos casi todo, a pesar de que haya que repetir, otra vez, «como decíamos ayer», que hay cosas que pueden cambiar una vida, como también hay quien reconduce con su sabiduría nuevos caminos de vida e incluso nuevas perspectivas. Pero todo ello forma parte del tiempo y del espacio que nos toca vivir. Y eso es lo que he pensando contar, hasta ahora mismo que corrijo todo y lo envío a La Opinión, que puede que hasta que lo anden esperando. Pues ahí va.