Estos días (o estos meses, o estos años), en Murcia, alguien lleva a sus hijos al colegio. Pongamos en el Infante, pongamos en el CEIP Mariano Aroca. Justo al lado, y a la misma hora, se lleva a cabo un reparto de comida y productos de primera necesidad. La cola es larguísima. Alguien se topa en ella con el padre de un compañero de clase de su hijo. Ambos bajan la mirada.

Unos días después, o antes, alguien charla por Facebook con un amigo que ha tenido que emigrar. ¿Hace frío? ¿Tienes amigos? Nos veremos pronto. ¿Cuándo, en vacaciones? No, no sé. Pronto.

¿El nudo en la garganta es el mismo, u otro diferente?

Estos días, en Murcia, alguien escucha alboroto desde la calle. En el barrio de Los Rosales, por ejemplo. A una vecina la van a desahuciar. Es el séptimo intento. Hay gente vestida de verde en la puerta, y la vecina llora. Como siempre. Hay furgones de policía. Antes los mandaba Tovar, ahora Bascuñana. Alguien baja a la calle, por hacer algo. El nudo no se deshace.

Alguien ha tenido que cerrar su tienda, después de los años. Las deudas seguirán abiertas, muchos más. Alguien abre un periódico: imputados que siguen en sus cargos siguen diciendo qué hay que hacer al resto de los murcianos.

El nudo en la garganta es el mismo en todos los casos. También puede ser colectiva la solución. Con esta premisa, estamos construyendo una herramienta. Se llama Cambiemos Murcia. Su símbolo es un limón.