El debate no es nuevo. Aparece todos los años con motivo del inicio del curso escolar: el precio de los libros de texto. La compra de los textos escolares significa un desembolso muy importante para las familias, más aún ahora a consecuencia del empobrecimiento de amplias capas de la población, la reducción de salarios y la eliminación de las ayudas para la compra de dichos libros.

A pesar de continuar vigente, de momento, la norma de permanencia de los manuales escolares al menos durante un periodo de cuatro años (hay comunidades como Extremadura y Navarra en las que este plazo es de seis y cinco años respectivamente), este próximo curso escolar la LOMCE se aplicará en Primero, Tercero y Quinto de Primaria y conllevará que el nuevo ´curriculum´ se plasme en nuevos manuales.

El pasado 1 de marzo, sábado, se publicó en el BOE el Curriculum oficial de Primaria, en el que además de la introducción de nuevas materias, Conocimiento del Medio se divide en Ciencias Sociales y Ciencias Naturales, el ministerio de Wert certifica la felonía de convertir la Religión no sólo en materia evaluable, equiparándola a las Matemáticas, Lengua, etc., sino que además aparece en las materias de oferta opcional prevaleciendo sobre otras como la segunda lengua extranjera, la Música o la Plástica, materia ésta que desaparece de los cursos cuarto, quinto y sexto.

Así las cosas, queda claro que un considerable número de familias murcianas, recordemos que nuestra Comunidad sobrepasa el 30% de paro, deberá hacer un no menos considerable esfuerzo para adquirir los nuevos manuales, pues ya no servirán los existentes o, sencillamente, no podrán adquirirlos.

El negocio que hay montado en torno al material escolar, y al libro de texto en particular, no es nada despreciable así como el control ideológico que sobre el mismo se ejerce desde diferentes ámbitos.

Pero es, sin duda, la Iglesia católica la que se lleva la palma en tan lucrativa empresa; cómo no, su reino no es de este mundo, pero sus finanzas, sí. No satisfecha con los casi 5.000 millones de asignación directa del Estado ha tejido una maraña de empresas y grupos que están omnipresentes en el negocio editorial de los libros de texto.

Sin extendernos en demasía, sólo citar los grupos editoriales sobre los que la jerarquía católica tiene total control o gran parte del mismo.

El Grupo SM, fundado por religiosos marianistas. En la actualidad opera en nueve países. El acrónimo SM significa ´Santa María´. Entre otros incluye colecciones omnipresentes en las aulas como El barco de vapor y Gran Angular.

El Grupo Edebé, fundada por la Congregación Salesiana. Hace negocio en todo el mundo con editoriales propias en Argentina, Chile y México. En el País Vasco tiene el sello Giltza; en Galicia, Rodeira; en la Comunidad Valenciana, Marjal, y en Andalucía, Guadiel.

La Editorial Edelvives, el Grupo Editorial Luis Vives pertenece al Instituto de los Hermanos Maristas y mediante su editorial intentan fomentar lo que ellos denominan ´humanismo cristiano´; es una de las decanas en el negocio del libro escolar.

La Editorial Bruño, fundada por el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas La Salle. Como buenos empresarios, y para ampliar su patrimonio, en 2001 los Hermanos de La Salle llegaron a un acuerdo de venta con el grupo francés Hachette Livre, del que también forma parte el grupo editorial español Salvat. De hecho, existe una línea denominada Publicaciones Generales Bruño-Salvat que cuenta con un catálogo especializado en publicaciones infantiles y juveniles, con personajes como Kika Superbruja, Astérix, Titeuf... En 2004 se hizo con el importante Grupo Anaya donde se incluyen marcas como Algaida, Vox, Cátedra, Pirámide o Alianza.

Hay que resaltar que la Iglesia católica impone los libros de texto de sus editoriales en los más de 2.600 centros educativos que gestiona directamente, lo que redondea el negocio y el adoctrinamiento que practica, sin tener en cuenta la incidencia de estas editoriales en los centros de titularidad pública que en alguna medida optan por estos manuales.

Dicho esto cabría preguntarse hasta qué punto es necesario el uso del libro de texto en el aula y, en cualquier caso, qué alternativas se pueden plantear para que el alumnado disponga de un soporte sobre el que trabajar el desarrollo de los materiales curriculares impuestos por ley, que no tiene por qué ser necesariamente los más idóneos en el proceso enseñanza-aprendizaje.

El catedrático Manuel de Puelles, en un magnífico artículo titulado La política del libro escolar en la Historia Contemporánea de España, afirma que «los manuales escolares son un producto complejo (€) ligado al mundo editorial y un medio de transmisión de valores, ya que los libros de texto no sólo transmiten conocimientos sino que, de una manera manifiesta u oculta, están impregnados de valores, aspecto éste al que la política nunca se ha mostrado ajena o indiferente. Los manuales escolares son (€) un producto ideológico que ha sido objeto preferente de la política educativa de todos los países».

Queda, por lo tanto, patente el interés de las editoriales, y quienes están detrás, por hacerse con cuantas más partes del pastel mejor.

Ahora bien, desde hace ya un tiempo se vienen desarrollando experiencias alternativas, que sin cuestionar los principios establecidos en el curriculum oficial en cuanto al diseño de los objetivos a cubrir, apuestan por una ´liberalización del texto´ tal y como hasta ahora se ha venido concibiendo. A esto ha contribuido en gran medida la eclosión de las tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y el desarrollo de llamada Escuela 2.0, donde se impone un modelo radicalmente distinto en cuanto a la utilización de herramientas, estrategias y procedimientos educativos en el aula. Se libera así al proceso educativo del estrecho y asfixiante corsé que supone el ´texto´ como elemento referente y unidireccional. Desgraciadamente, nuestra Comunidad ha ido perdiendo trenes en este recorrido. (En estas páginas he hecho referencia en alguna ocasión a esta cuestión).

En este sentido, en nuestro país empiezan a aparecer iniciativas que ya existen en países de nuestro entorno, como Liberdocs, Digital-Text o Textos Marea Verde, libros gratuitos, sujetos al curriculum, si se quiere; pero, con una capacidad de adaptación a las necesidades del alumnado y del profesorado que no tienen los libros de texto al uso, personalizables, abiertos a la comunidad, multiformato y compatibles con cualquier sistema operativo. Libros que parten del concepto de trabajo colaborativo y del intercambio de conocimiento y de experiencias.

Por el precio que se paga por un conjunto completo de libros de Primaria se puede comprar una tablet con sistema operativo no propietario que puede durar toda la etapa de escolaridad obligatoria del alumno/a, desde Primeria a la ESO, y que permitiría liberar a nuestros escolares de dos pesos: el físico, de los kilos que deben soportar en sus mochilas y el del ´conocimiento unidireccional y dirigido´ de los manuales al uso.

¿Qué pasará?