Solo de los continuos atentados contra los derechos civiles y la libertad se ha ocupado, que yo sepa, un programa de investigación en la tele. No hay una actuación eficaz de los políticos, responsables de poner al día la ley, quizá porque el problema no les atañe con toda la contundencia, y porque piensan, en el fondo, que cada uno se las apañe como pueda: subliminalmente emiten un mensaje de que esto es el caos.

La Policía y la Guardia Civil hacen lo posible, sin duda, por atajar esos desmanes casi ya habituales; se quejan de que no tienen más medios; los tienen ocupados en proteger a los políticos, a hacerles la escolta en sus movimientos, etc. La otra tarde, sin ir más lejos, junto al Museo de la Huerta, en una localidad próxima a Murcia, había siete coches de Policía Local, uno de ellos cruzado en medio de la carretera, frente a las instalaciones donde, supuse, se esperaba la llegada de una autoridad oficial. Doscientos metros después vi a tres personas, caminando por el andén: empujaban una bicicleta cargada con un gran saco de limones. Venían, seguramente, de la oficina, o sea, de su choriceo diario en los campos. Aquí no pasa nada.

Las leyes han de actualizarse para que los delincuentes sepan que ir a la cárcel no es una puerta giratoria, sobre todo cuando se trata de los delitos graves; y que cuando están dentro no les debemos nada, ni sus víctimas ni los ciudadanos honrados que pagan el coste de la fiesta. Han de saber que una cárcel no es un hotel con el todo incluido, donde se está bien calentito y bien comido (como diría el maestro José María García), sino que han de pagarse su estancia, desayuno, comida, cena y cama; que ya está bien que encima se la paguemos a los sin escrúpulos, como ese presunto asesino de Marta del Castillo, o a tantos otros mafiosos, a Bárcenas y a otros más ricos que tú y que yo.

Señores padrinos, señores políticos: ¿cuándo sacarán un rato para poner al día de hoy el Código Penal?