Estimados rector, profesores y cargos del Gobierno regional asistentes a la apertura del curso universitario prevista para el pasado día 21:

Soy uno de los estudiantes que participaron en la protesta que causó la suspensión del acto. Lamento que no pudieran ustedes disfrutar del concierto y la lección inaugural, que el profesor galardonado con el premio José Loustau se quedase sin recogerlo, que el gaudeamus igitur no fuese entonado y que don Ramón Luis tuviese que irse sin pronunciar su discurso. He leído atentamente lo que con los muchos medios a su alcance y una buena dosis de indignación han tenido ustedes que decir ante lo ocurrido, y he decidido contestar de buena fe. Con lo de buena fe me refiero a que confío en que el apelativo de ´gamberros´ y las reiteradas referencias a la ´violencia´ los hayan utilizado por un desconocimiento radical del sentido de la protesta, y no con ánimo de manipular y difamar a los estudiantes y sindicalistas participantes en la misma.

Aunque tal vez me arrepienta, debido a las amenazas de expulsión que se han proferido, voy a identificarme: soy estudiante de Tercero de Grado en Trabajo Social en la Universidad de Murcia. Desafortunadamente para ustedes no encajo en absoluto con el estereotipo de un gamberro: tengo 36 años, dos hijos y doce dioptrías que me dan un aspecto de barbuda y libresca mosquita muerta. Jamás le he levantado la mano a nadie en toda mi vida. El viernes pasado estuve junto a las puertas de mi Universidad, cerradas a los estudiantes y custodiadas por un buen número de agentes de seguridad privada, cuando fueron abiertas. No pretendo engañar a nadie: esas puertas fueron abiertas a la fuerza. Que no trate nadie tampoco de engañarme a mí: ahí se termina la ´violencia´ de esa mañana. A continuación, entramos a la Facultad y al salón de actos donde iba a tener lugar la apertura del curso. Coreando, silbando, pitando y reivindicando nuestros derechos, que era lo que habíamos ido a hacer.

Como son casi todos ustedes personas letradas, sabrán captar el nada sutil simbolismo que implica el acto de abrir las puertas de una Universidad que acaba de cerrárselas en la cara a miles y miles de alumnos de clases populares. Está claro que ustedes no aprecian ´uso de la fuerza´ en impedir a un ciudadano el acceso a la educación superior mediante una abusiva subida de tasas. Tampoco aprecian haber faltado a su mandato cuando, bajo su gestión, la calidad de la enseñanza, el número de titulaciones y la capacidad de investigación de esta casa se ven repentina y radicalmente recortados y degradados. Y lo más grave: no ven motivo de queja ni (¡dios nos asista!) dimisión cuando el mismo tejido ontológico de la Universidad pública, que consiste en proporcionar educación superior en condiciones de igualdad de oportunidades de acceso, se rasga tras puñaladas tan profundas como la Estrategia Universidad 2015 o la detracción de recursos de la UMU para uso de la UCAM.

Como vengo siguiendo el debate que han generado todos estos abusos, puedo adelantarme al Rectorado en su clásica excusa de «no nos queda opción», «no está en nuestra mano». Me pregunto por qué entonces presume de la existencia de «otras vías de diálogo» para encauzar las protestas. Por qué todos estos derechos nos han sido arrebatados de forma exclusivamente unilateral, y en muchos casos aprovechando el verano, si tenemos abiertas tantas «herramientas para la participación». Ni una sola de nuestras reivindicaciones, quejas o recomendaciones ha sido atendida desde que empezó la debacle de la Universidad. El rodillo sigue su marcha prácticamente en silencio. A veces aparecen algunos de ustedes culpando a otros de ustedes, y se hace de nuevo el silencio. Hasta que los sorprendemos a todos juntos a punto de disfrutar de un concierto y se abre la caja de los truenos.

Cada uno decide qué cosas denominar ´sagradas´. Por lo que se desprende del comunicado emitido por el Rectorado, el acto inaugural del curso es una de ellas, para ustedes. Para nosotros (y la Constitución española de 1978, en su artículo 27, parece estar de nuestro lado), la calidad y la garantía de acceso de la educación pública son sagradas. Este verano, mientras el tasazo se convertía en un hecho y los alumnos y sus familias hacían cuentas para este nefasto curso académico que se ha quedado sin inaugurar, usted, señor Cobacho, se dedicaba a ultimar el nuevo sistema de pago fraccionado de las matrículas, que obliga ahora a los alumnos que quieran acogerse al mismo a abrir una cuenta en el banco de que es usted consejero.

Esto, que puede parecer un detalle menor, también puede parecer un acto de gamberrismo o de sacrilegio. Depende del lado desde el que uno esté viendo el encierro.