El socio y el sociópata. El mismo Gadafi que intenta callar a bombazos a sus compatriotas es el que patrocinaba terroristas que cometieron atentados salvajes como el de Lockerbie, en el Reino Unido, en el que hubo 270 víctimas mortales. ¿Quién decidió considerarlo ´uno de los nuestros´? ¿Fue Aznar, quien ya en 2003 recibió un caballo como regalo a cambio de otorgar su bendición al sátrapa libio? ¿Fue el Reino Unido, que envió primero a Tony Blair en 2004 para escenificar la alegría por el regreso del hijo pródigo, y para que no quedasen flecos liberó en 2009 al único condenado por el cruento atentado de Lockerbie?¿Fue tal vez Zapatero, que también acudió sumiso a la jaima del beduino? ¿Fue el enviagrado y priápico Berlusconi, que honró a su amiguito del alma en las numerosas visitas que ambos se hicieron mutuamente? Nadie puede sostener que fuimos engañados por el genocida. Por si se nos hubiera olvidado su patrocinio al terrorismo, ahí estaba su estampa de acartonado y botulinizado adolescente narcisista, vestido de reina madre y acompañado de, dizque, decenas de vírgenes, con su jaima/caparazón a cuestas a todas partes donde era invitado. No, no nos podía engañar, a menos que el petróleo nos cegase. A menos que lo único que de verdad le preocupe al democrático Occidente es que en los países con importantes recursos naturales haya estabilidad y se cumplan los contratos de las compañías occidentales. La suerte de la población queda a cargo de la famosa y diplomática ´doctrina Estrada´, que considera saludable no inmiscuirse en los ´asuntos internos´ de otros países.

Redes sociales, revolución y alergias clericales. Se ha puesto de relieve la importancia de internet, las redes sociales y los teléfonos móviles en la gestación y desarrollo de las revoluciones en marcha en el mundo árabe. También se ha señalado al respecto que las revoluciones, en último término, no las lleva a cabo la gente con Facebook o Twiter, sino la gente con fusiles. De todos modos, hay que estar ciego para no darse cuenta de la importancia de las nueves tecnologías de la comunicación que, con todas sus servidumbres y efectos secundarios indeseables, están ayudando a abrir ámbitos de libertad en lugares insospechados. Los interesados en ocultar información —los tiranos siempre lo están— lo tienen mucho más difícil en la era de las redes sociales. Por eso, llama la atención —aunque ¿realmente la llama?— que monseñor Rouco Varela, recién reelegido para cumplir su cuarto mandato al frente de los obispos españoles, ataque las redes sociales y las acuse de hacer a los jóvenes «indiferentes al bien» y de mantenerlos «expuestos a la influencia desorientadora del relativismo». Dime a qué tienes alergia y te diré cuál es la naturaleza de tu sistema inmunitario.

Velo y legalidad. El conflicto del velo islámico ha saltado de nuevo, esta vez en Arteixo, la localidad coruñesa sede de la empresa Inditex, de Amancio Ortega. Un colegio de la localidad quiere impedir que una niña de 11 años, de origen magrebí y de religión musulmana, pero nacida en Arteixo, acuda a su centro de primaria con la cabeza cubierta por un velo. La pujanza industrial de Arteixo es, seguramente, la causa de que sea la población gallega con más presencia de musulmanes, unos quinientos en un municipio de 30.000 habitantes. Llama la atención que cuando las revoluciones en marcha en los países árabes no están, y esto es una novedad, encabezadas por grupos islamistas, en los lugares de destino de inmigrantes de esa confesión, como España, no hayamos resuelto el problema que plantea el velo. La Xunta de Galicia ha apelado a la autonomía del centro escolar de Arteixo para no intervenir en el conflicto. Un Ayuntamiento en Cataluña, un consejo escolar ora en Pozuelo ora en Arteixo tratan de suplir la ausencia de una norma estatal clara al respecto. Ya va siendo hora de llegar a un consenso sobre lo que está y de lo que no está permitido vestir en los centros públicos. Tanto en lo relativo a los símbolos religiosos como al decoro.

Personalmente, soy partidario de permitir que quien quiera llevar un velo en cualquier lugar público pueda hacerlo, siempre que deje visible el óvalo de la cara. En ese sentido, serían admisibles el hiyab y el chador. Nunca el niqab ni el burka que ocultan la identidad personal de la mujer que lo porta, cosificándola. Esa cosificación es incompatible con los valores y la organización civil occidental. Otra cosa serán los juicios de valor sobre el significado último de portar velo o llevar la cabeza descubierta. Frente a toda discriminación, pedagogía. En contra de lo que a menudo se piensa, no estamos sobrados de ella en Occidente, donde muchos puestos todavía son poco menos que inalcanzables para la mujer, cuyo salario, en igualdad de condiciones con respecto al varón, sigue siendo inferior. Y el velo, al final, es un trapo.