Cuando ya se han dicho todas las tonterías y los niños se han ido a dormir, llega de nuevo la hora en que en esta Región pueden opinar los adultos, con algún fundamento. Ya ha pasado el momento de los desahogados y ahora hablan los profesionales. El Colegio de Arquitectos de Murcia, olvidando por un rato sus tradicionales pujos de izquierda exquisita, ha desarrollado estos días un interesantísimo debate interno sobre

la conveniencia de volver al modelo de desarrollo turístico. Al que no hará falta volver, porque regresará solo.

El que mal llamaron genéricamente ´ladrillo´, para infamarlo. Lo que, por ejemplo, aquí empezó a hacer el adelantado Pedro García Meroño y su futurista proyecto Polaris World, adelantándose a su tiempo aunque la estrategia económica socialdemócrata, cuyos resultados ahora disfrutamos, diga que la historia para estas cosas pasó para siempre. Pero la crisis, por fortuna, está avivando algunos sesos. Tras que, gracias a la crisis, hemos despertado de todas las utopías ruinosas (ejemplo, el mito de las renovables), volvemos a encontrar que aquí, como dice Luis del Rivero (Sacyr) nos hacen falta medio millón más de tíos que vengan a tomarse el té a las cinco en segunda residencia y nos paguen la contribución. No la van a pagar con el ´modelo de la cabra´, que es el de los que sueñan con una región eternamente deprimida que pueda recorrerse de punta a punta sin bajarse de la chancla, y que apenas da para dar de comer a la cabra si es que el pastor viene comido de casa.

Hasta que Murcia no sea una fábrica de cerebros (y no se puede decir que aquí se dé un alpargatazo y salgan muchos de debajo de las alfombras), nuestro modelo de desarrollo sólo puede ser el buen tiempo. Mientras el Gobierno central no regule a la baja las horas de salida del sol para hacerlo ´sostenible´, es lo único que volverá a sacarnos de pobres. El Colegio de Arquitectos plantea a modelo turístico algunas contraindicaciones. Como si podremos pagar en el futuro la energía necesaria para mantener abiertos los ´resort´. Pero se está hablando por fin entre personas formadas. Son observaciones inteligentes y sensatas. Qué diferencia con lo que escuchábamos hasta ahora, ese postjipismo burocrático de los que nos proponían que el futuro de Murcia fuera una pura ocurrencia y una juguesca de desoficiados.

La izquierda antieconómica cuyo tríptico sagrado consiste en la bicicleta, la ´gymkana´ con mantita palestina y el bocadillo gratis, y la izquierda

más tibia pero más antieconómica aún que habla de fundar la ´sociedad del conocimiento´ como si el conocimiento fuese una casa del pueblo para que jueguen al ´chamelo´ los compañeros, no ha caído aún en que no es lo mismo una segunda residencia en el Mediterráneo que un piso con gotelet en Seseña. O un complejo de servicios aquí que un aeropuerto donde el jamelgo de Don Quijote eyectó un zurullo. Europa seguirá migrando hacia el sur porque Estocolmo será siempre el sitio donde más calidad de vida habrá siempre en el mundo, pero a condición de no vivirlo en persona y enterarse por los documentales de La Dos. Y si no somos nosotros ese sur, serán otros.

Los europeos están deseando que les hagamos el favor de aceptar todo su dinero. No será necesario que a los cerebros de aquí se les ocurra

algo que cambie el curso del mundo, que antes normalmente ya lo habrá ideado algún universitario norteamericano (digas lo que digas, ya lo habrá dicho antes, y mejor, un griego, e innoves lo que innoves, ya lo habrá innovado antes algún norteamericano). Sólo consiste en que, cuando nos vengan los turistas buscando ese bendito Mediterráneo que no nos merecemos, no hacer lo imposible para echarlos.