En las últimas fechas hemos podido disfrutar de varios procesos de fanatismo que, como la II Guerra Mundial, debieran servir de ejemplo a no seguir. Y digo debieran porque en el mundo real no valen para impedir réplicas por todo el globo terrícola en versiones diversas. Pero no hablemos de guerras hoy, sino del que todos han coronado como el rey del pop. A estas alturas del circo que rodea la muerte de Michael Jackson más de un lector se sentirá atracado y atragantado con tanta información mediática del espectáculo avivado por multitud de oscuros intereses: grupos mediáticos, compañías de discos, los familiares, los reventas(dores) de los ticket para el funeral, los vendedores de souvenirs...

No los he contado, pero deben de ser muchísimos los minutos informativos que la muerte de este negro blanqueado y auto-desfigurado ha robado a otras realidades más cercanas. Lo de Michael no es más que una dosis de opio, un edulcorante. Quien quiera dejarse llevar por la sobreexplotación de ese muchacho cincuentón que ya parecía un cadáver en los ensayos de su gira, allá él. Yo sólo diré que después de ver lo que he visto, estoy convencida de que el mayordomo tuvo algo que ver, como siempre. En fin, disfruten ustedes del postfuneral, y el que no pueda que no se preocupe, pues seguro que se prolonga hasta el mes de septiembre.

Aunque cueste creerlo, el fenómeno del fanatismo exacerbado no se limita en estos días al perfecto zombi de Thriller, sino que se expande a la nueva Europa del Este en forma de puritanismo sexual, que no es otra cosa que reprensión sexual impuesta por un grupito de moralistas de pacotilla perfumados con naftalina. Me refiero, ya saben, a la prohibición del anuncio del anillo vibrador y del gel estimulante del orgasmo femenino "por su contenido sexual". Hombre, hay que darle un premio a los miembros del Consejo Nacional Audiovisual de Rumanía por detectar el oculto mensaje de estos inhibidores de escrúpulos. Estos señores siguen la ya desgastada táctica del avestruz: lo que no se ve por la tele no existe. Pues mire que van a conseguir que las prácticas sexuales de los rumanos sean aún más placenteras por la excitación de sobrepasarse con lo prohibido.

Y luego están los otros vecinos fanáticos, los de Ucrania, que han convertido la pornografía en un objeto delictivo "salvo prescripción médica". Doctor, tengo un dolor terrible en la entrepierna ¿me puede recetar usted una caja de Playboy de 20 mg? Vamos, que los bancos de semen van a verse desbordados por decenas de caballeros desesperados por hacerse una manuela delante de una imponente María Lapiedra. Ay, mare, lo que hay que aguantar.