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¿Qué van a encontrar los lectores en este libro?

Es fundamentalmente un libro de consulta. Cuando publiqué mi anterior libro sobre el calendario festivo, en el que se recogían las tradiciones festivas de los pueblos de Murcia, empecé a interesarme por la vida cotidiana en la Murcia del siglo XVIII, de la que no se conocía mucho, solo algo de lo que hicieron Francisco Salzillo, el cardenal Belluga y el conde de Floridablanca. Fue en este siglo cuando surgió la división territorial en pedanías y he tratado de estudiar la vida de la gente en estos lugares. Aporto detalles sobre cómo vivía la gente de la huerta, cómo eran sus casas, cómo era su alimentación, cómo se organizaban, cómo se divertían... Creo que es un trabajo interesante.

¿Y cómo era el día a día de un murciano en esa época?

Estaba marcada por el calendario agrícola, que no tiene nada que ver con el calendario que conocemos, ni con el jurídico ni con el religioso. La huerta de Murcia era por entonces una gran fábrica de seda, la mayoría eran huertos de morera, aunque también abundaban la cebada y el trigo. Los huertanos se dedicaban a la hilaza, a cocer los capullos de seda y la elaboración del hilo durante el verano. En los sitios donde había cereales, aprovechando el barbecho, se plantaba maíz, que crecía antes. A finales de julio y agosto se celebraba la recogida de la panocha. En octubre se preparaban de nuevo los campos y se recolectaban los frutos del tiempo. Para hacer la recolección de la hoja de la seda y los cereales se echaba mano de los jornaleros, que se contrataban en la plaza de Santa Catalina, y la mayoría eran de origen gitano. Había una población gitana integrada en la sociedad murciana, la mayoría en el barrio de san Antolín. En cuanto a la alimentación, frente a la creencia popular, los guisos no solían llevar patatas, pues la patata para consumo humano solo empieza a ser habitual cuando pasan por Murcia las tropas francesas a principios del siglo XIX. Se consideraban antes comida para los cerdos. Comían mucha aletría y, el que podía, comía carne de ternera y cordero. La leche que tomaban era de cabra, y en la huerta estaban mejor alimentados que en la ciudad. Destaca también la fiesta del Corpus, que equivaldría con las Fiestas de Primavera. El instrumento característico era la dulzaina.

¿Qué fuentes ha utilizado?

Principalmente, del Archivo Municipal, que es uno de los mejores de España. Hay tres tipos de documentos que son interesantes: En primer lugar, los documentos notariales. Tenemos que saber que cualquier cosa que hagamos hoy día ante notario será pública dentro de 100 años, por lo que las generaciones futuras conocerán qué hemos comprado y vendido y qué nos han embargado. También contamos con las particiones estamentarias, el reparto entre los hijos, que son interesantes porque figura todo lo que había en las casas y cómo se repartía. Esto aporta una información muy valiosa sobre la vida cotidiana, como la diferencia entre las mantas que se utilizaban en la zona del Mar Menor y en la huerta (algodón en la primera y seda en la segunda). He de destacar, y agradecer a don Jesús Belmonte, que haya podido acceder al archivo de la Catedral. Hay mucha información sobre la vida en las iglesias, en las ermitas, etc. Sobre todo, un aspecto que no se conoce tanto, como las tercias y los diezmos. Cada agricultor tenía que pagar una décima parte de su cosecha a la Catedral. Así conseguimos pagar el Imafronte.

¿Los murcianos del siglo XVIII también sufrían los problemas de agua e infraestructuras que tenemos ahora?

El problema del agua siempre ha existido. La huerta pasaba periodos de sequía extrema, y también riadas, como la que a principios del siglo XVIII se lleva el puente de piedra. La sequía tenía consecuencias importantes, pues la mayoría de lo que se cultivaba era trigo y sin trigo no se podía hacer pan, ni buñuelos, ni pasteles de carne que eran muy apreciados. También hay importantes plagas de langosta.

¿Qué anécdotas pueden encontrar los lectores en el libro?

El libro es un anecdotario de noticias e historias de cada uno de los lugares de Murcia. Dedico un apartado al caso de Fuente Álamo. Era desde siempre el gran centro de acogida de millones de cabezas de ganado que iban a pastar durante el invierno, con lo que en la zona se movía mucho dinero. Desde mediados del siglo XVII se había acordado la gestión tripartita entre Murcia, Cartagena y Lorca. A mediados del siglo XVIII, Fuente Álamo se declara de forma unilateral como villa independiente. Hasta que se creó una brigada que acaba la rebelión y se vuelve a controlarla.