La lápida de María Tenza está apoyada en el suelo, en perfecto estado, como si hubiera sido dejada con sumo cuidado, con las flores artificiales agarradas todavía al trozo de mármol donde se recuerda el nombre de la difunta, la fecha en la que murió, y una foto de ella en blanco y negro, intacta. Su ataúd, por el contrario, presenta otro aspecto. Tiene un agujero enorme a los pies de éste y desde fuera se puede ver perfectamente el interior. Esta tumba, y otra próxima a ella, fueron profanadas en la madrugada del sábado por una o varias personas que accedieron al cementerio de Barinas, pedanía de Abanilla, sin forzar la puerta principal. La Guardia Civil ya investiga el caso y se mantiene a la espera de que los familiares presenten una denuncia. Su hijo, Félix Rocamora, conocido como el 'marisquero de Barinas' y propietario del restaurante Casa Félix, no daba crédito ayer a lo sucedido, ya que su madre murió en 1985 y no dejó enemigos en vida, según apunta su propia hija. «Mi abuela era una persona maravillosa que daba de comer a quien lo necesitaba y les lavaba la ropa».

Tanto la tumba de la mujer como la de otro difunto, que presentaba un agujero pequeño en el nicho, fueron encontradas por una visitante que se percató de lo ocurrido y dio el aviso.

Un intento de robo como hipótesis

Los familiares apuntaban ayer a un intento de robo como hipótesis más probable, pero si que añadían que junto al cuerpo de la mujer no se enterró ningún objeto de valor. «No tenemos constancia de se hayan llevado nada de la tumba, pero presentaremos denuncia».

Testigos presenciales subrayaban ayer que la llave de acceso al cementerio, cerrado con cadena y un candado, la tienen varios vecinos de la zona, y que sólo se podía acceder a su interior a través de la única puerta principal, que no estaba forzada, ya que los muros que rodean el camposanto son altos y difíciles de trepar, «a no ser que sea con ayuda».

Llamada inquietante

La hija de Félix Rocamora señalaba ayer que su padre, en su domicilio de Murcia, tuvo una llamada extraña por la mañana, ya que al coger el teléfono fijo, una voz al otro lado del auricular le preguntó qué tal estaba su madre, «y posteriormente colgó, pero yo creo que se habían equivocado», apunta.