La barca sumergida / cabe el espigón / que al faro camina, / no parece barca hundida. / Sosiego que dormita, / viene a ser su varada / estampa de ilusión marchita, / acuosa y aneblada / bajo las aguas del mar, / durmiendo escondida. Son versos para esclarecer el misterio que el agua esconde a propósito de esa barca que un día flotó y navegó. Humilde barca de marinero pobre, para la que un día remos fueron alas que batieron sobre la mar. Incapaz de mantenerse recta si no es sobre la cara de las aguas, se inclinó de muerte herida, ya en el fondo, para más parecer finada, extinta. Amor de los fondos someros cabe el espigón. Elegía estival para ella, a ritmo de copla popular. Sin alharacas de funerales solemnes. Una roca asesina hendió su casco, acaso ya podre de la sal y el tiempo, e hizo aguas con rapidez. Nadie escribió su historia. Y este epitafio no es sin la triste postverdad de su naufragio. En el Cielo de las barcas se halle su alma marinera, que, cuando viva, servicios de ayuda confiriera a cualquier hermano mayor en los mares. Hermosa pose mortuoria, la ennoblece dentro del agua.