Aire fresco para tiempos de crisis

En la foto de Saura, la fotógrafa y muchas cosas más. Marian Calero posa con un enmascarado brazo que no le pertenece, y que le presta el compañero Patxi Gomariz para el divertido gesto. Ella me aclara al primer instante, con acento indiscutiblemente de esta tierra, que, aunque nacida en Ciudad Real, ella se siente y es de aquí, de Murcia. Por lo que entiendo, y así lo pienso en adelante, que a ella también le afectaron todos los vaivenes de la cultura en una Región desprovista de una protección privada o pública adecuada. Cuando la supervivencia de nuestros creadores quedó al destape de una intemperie sin paraguas oficial, renació, se reinventó, la fórmula de la propia iniciativa, de la gestión autosufiente. Marian Calero es una de las creadoras inmersas en esta dinámica desde hace mucho tiempo.

La conocí en su tienda de fotografía de lo que nosotros, los viejos, llamamos la Rambla, en la misma acera y calle que locales leyenda: Discos Zona; el Abanico de Cristal, etc. Le compré una Zenza Bronica 6x6 porque el establecimiento tenía un espacio para las cámaras de segunda mano. Empezó como fotógrafa en 1979 y colaboró activamente en esa colección de éxito nacional e internacional del magnífico profesional Juan de la Cruz Megías, que recoge las bodas murcianas durante veinte años, hasta 1999. Un trabajo delicioso que obtuvo muchos premios de la especialidad. Recuerdo aquellas fotos de nuestras novias delante de paramentos de ladrillo a cara vista; nunca ellas fueron como las que pintaba Chagall, que volaban por los aires y dormían en la punta de los pararayos, con una indubitable doncellez que en nuestra geografía se hace distante e inexistente.

Marian Calero ha realizado exposiciones y mostrado sus obras, y las deliciosas sombras de sus fotografías, en muestras colectivas de interés. Pertenece la artista a la eclosión femenina en la fotografía que, antes de ellas, son difíciles de encontrar en nuestra Región. Con la dificultad manifiesta de sostener una economía con dedicación exclusiva al arte, siguiendo sus impulsos naturales, abrió en el barrio de Santa Eulalia de Murcia, ese que ahora quieren convertir oficialmente en el Chueca de Madrid, un local alternativo llamado LOF 113, en la calle de Santa Quiteria: un espacio con aire europeo (mejor, neoyorkino) con aspecto semi-industrial y desenfadado, que recoge las incipientes iniciativas culturales del centro de la ciudad. Aires frescos en malos tiempos, algo muy importante, si no trascendente. Valiente su opción de apostar por las artes, los eventos, las exposiciones, los conciertos o la gastronomía. Muy meritorio su empeño, digno de una magnífica suerte en su andadura no exenta de aventura. Lo incluiremos, sin duda, en la cotidianidad de nuestros días.