Por algo le llamaban el rey Sol, y como todos los años por estas fechas se deja caer con ganas sobre los mortales veraneantes.

Dos aspectos fundamentales hacen coincidir los perfiles de Luis XIV de Francia y Alfonso Avilés, magnífico presidente del centenario Club Taurino de Murcia: la estatura y el empaque. Ser alto de estatura entra dentro de la normalidad, pero ser alto y con empaque ya no es tan normal. Diremos que tanto el difunto rey de la ´France´ y el taurino Avilés son dos hombres elegantes por naturaleza. Podemos afirmar sin ánimo a equivocarnos que don Alfonso Avilés es uno de los señores más elegantes de la Murcia de hoy y también de la de ayer. Virtud que se ve acrecentada en las tardes de toros, pues don Alfonso sabe elegir y combinar ternos, que sin dejar de ser informales, contribuyen de manera directa en el esplendor de los festejos. Sus trajes y chaquetas en tonos cremas, azules y beige, junto con atrevidas y vistosas corbatas y pañuelos iluminan el coso al que asiste.

Luis XIV fue un rey absolutista que influyó de manera decisiva en la Europa de sus días. La etiqueta de su Corte dio el tono a todas las del continente, no obstante ser el colmo de la ridiculez y del lujo escandaloso. Este esplendor se hizo célebre, por lo que a Luis XIV se le llamó pomposamente el Rey Sol. Verdad es que supo rodearse de hombres eminentes en asuntos de gobierno.

No hubo más gobierno ni más ley que la soberana voluntad de Luis XIV, reflejada en la célebre frase: «El Estado soy yo». Su corte tuvo tanto lujo y fastuosidad que quedó como referencia del mismo en la Historia. Uno de los principales palacios regios fue el de Versalles: fiestas, diversiones y festines se sucedían en él sin interrupción. Tanto, que los nobles, abandonando castillos y tierras feudales, acudieron a la corte para trocarse en aduladores y servidores del rey.

En contraste y salvando la distancia del tiempo, el lujo referido en la corte del rey francés, queda deslucido ante el desbordante festival gastronómico , que día a día se da en el Club Taurino murciano, la falta del pulpo asado y el rabo de toro, así como los deliciosos guisos que allí se gastan, ensombrecen los mejores fastos versallescos de la corte del rey de Francia.