Un rincón de mi casa. Descontextualizado del entorno. Libros, loza, buganvilias, fotos en marcos; agua que difracta el tallo, una vela. La noble madera que enseña sus nudos en un acto de autenticidad como desnudez. Un secreter familiar, entrañable. El violeta encendido de la buganvilia ocupa el centro cromático y geométrico de la imagen. Las líneas verticales dirigen la mirada de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Los libros, el tallo, los topes de las lejas, el vaso de aquietad agua. La transversalidad de las estanterías contrapone horizontales esencias, que sustancia conceden al todo. También las enmarcadas fotos, la fila de los cajoncillos que esencia semántica dan al nombre del mueble. Arriba, los vetustos libros callan su voz de letra, de sabiduría de página y consejo de palabras enhebradas y acordes. En medio, el estallido morado, muy vivo, de la vegetal presencia, que pone alegría, espontaneidad y belleza en la estampa. Ah, los rincones caseros que nos dicen nuestra identidad humana y estética, día tras día, hora tras hora. Nosotros mismos somos, quienes, con estos conjuntos, como bodegones mobiliarios y esenciales, nos retratamos. ¿Quién que es, no tiene su rincón en casa?