Nueva visita a Jazz SanJavier de Ivan Lins que es, junto a músicos e intérpretes como Djavan y Joao Bosco, uno de los compositores más importantes en el seno de la música brasilera, después del gran Antonio Carlos Jobim.

Dotado a partes iguales de sensibilidad, inteligencia y autoexigencia, Lins consiguió vencer la adversidad de la lluvia, que le impidió probar sonido, empezando su actuación con un auditorio semivacío que poco a poco se fue llenando. Quizás habría sido más justo que no abriera él la sesión.

En un variado set con gran poder emocional y clase, presentó algunas joyas de su repertorio, como Dinorah Dinorah, grabada por Benson en Give me the night, que tuvo su efecto contagioso, o Madalena, con la que se despidió en un único bis, intercalando citas a I got rhytm, El manisero y Birland de Weather Report.

En la banda estaba la sensación entre los baterías latinos: Chris Wells, británico residente en Portugal. El guitarrista Claudio Cesar Ribeiro mostró su buen sentido construyendo solos, y el bajista Nema Antunes su despreocupada maestría. El conjunto se reforzó con el pianista André Sarbib y todos contribuyeron con magníficas voces a enriquecer armónicamente el recital.

Las composiciones de Lins dieron forma a un programa bien ejecutado y solventemente arreglado (aunque sin riesgos). En total, casi una docena de canciones, la mayoría de ellas ancladas en la amabilidad: A gente merece ser feliz reclamaba en un samba; «que la vida puede ser maravillosa», repetia en Victoriosa.

La miscelánea sonora de Lins se desarrolló con algunas piezas de razonable efecto euforizante, cimentadas en arreglos siempre medidos e intercaladas entre estratégicas secuencias de calma relativa, ora tocando el piano y cantando, ora silbando. Pura delicia. Lins, quizás es el más sofisticado de los cantautores brasileños, y sus canciones son siempre armónicamente ágiles, y pueden salir disparadas en cualquier dirección, como la caprichosa É Ouro Em Pó sobre un ritmo nordestino (xote). Las piezas más conocidas son las más románticas, como Começar de Novo, que se convirtió en el hit de Barbra Streisand The Island. Estuvo deslumbrante en dos piezas que fueron muy importantes en su carrera: Lembrança, en la que, solo al piano, se mostraba feliz silbando, y en Renata María que escribió junto a Chico Buarque. El bis tenía que ser Madalena, que triunfó en 1970 en la voz de la gran Elis Regina.

Lins es un perfeccionista que entrelaza cada nota, elegante hasta en el más mínimo gesto, y canta con una particular mezcla de dulzura y pasión. Se le ve pletórico a los setenta y poco años, orgulloso y erguido ante el teclado dirigiendo a la banda, dictando el ritmo frente al público y difundiendo buena vibra con toda naturalidad.

Romántico y melódico, Lins, al que consideran sucesor de Tom Jobim, hace pop teñido de jazz, brazil-jazz-pop sofisticado y sereno -que a veces recuerda los modos de Pablo Milanés, Quincy Jones y Stevie Wonder- con influencias de la bossa nova y de la M.P.B de los 70, y complejos arreglos vocales y armonías. El lirismo de sus canciones es desbordante, una combinación que ha inspirado a músicos como Pat Metheny. Su paso por Jazz San Javier lo dejó bien claro: nada le falta para estar en lo más alto.

La segunda parte del programa tuvo un carácter más lúdico con Blues Express, comandados por el punzante guitarrista Francisco Simón (Red House) junto a dos grandes bluesmen españoles; Lluís Coloma (piano y hammond) y Mingo Balaguer (armónica y voz). La propuesta no podía ser más interesante, y el trio suena sólido con la sección rítmica que acompaña a Coloma- Blues tradicional, clásico, fresco y sobrio, donde se crea un ambiente y un clímax festivo. Para el desempeño de su divina mision contaron con el añadido de Tia Carroll, una auténtica blues woman que compartió escenarios con Ray Charles, Jimmy McCracklin and Sugar Pie DeSanto, y se ha ganado una reputación por sus chispeantes shows.

A Carroll se la suele comparar con Tina Turner, Koko Taylor y Aretha Franklin. Por su poderío y pícaro descaro quizá sea similar a ellas, pero brilla con luz propia. Gracias a su voluptuosa voz sabe mantener al público pendiente y con las pilas cargadas.

El repertorio consistió en una mezcla de blues clásico y ritmos heredados del boogie-woogie, con Louis Jordan como referencia ( Let the good times roll) y lo que se denomina 'jump blues'. Balaguer, además de ponerle fuelle a su colección de armónicas, es dueño de una voz razonablemente apropiada para el género, grave, más lisa que rota, y tiene duende suficiente, como demostró en Drive it home. Pero cuando coge la armónica, la banda pone en marcha el tren de vapor pidiendo vía libre. Por su parte, Lluís Coloma mostró su excepcional mano izquierda y su virtuosismo creativo e interpretativo, y Simón hasta se permitió bromear alardeando de improvisados punteos. Mingo y Tia cantaron un jump blues de Big Joe Turner ( Flip, flop and fly), muy recordado por la versión de Blues Brothers. Pero quién brilló como una estrella fue Tia Carroll, agobiada por el calor, que acabó bajándose de los tacones para cantar, alejada del micro, I'd rather go blind, de nuevo Etta James, una pieza blues en tono soul en la que exhibe su potente voz y sus recursos de mujer brava y lenguaraz. Fascinó al público.