Mauricio García de la Vega es un agente de futbolistas mexicano que desde hace poco más de un mes se ha convertido en el nuevo gestor del Real Murcia, pero al empresario azteca no le han avisado de que, España concretamente, es un país en el que no hay posibilidad de que nadie entienda el beneficio de que un trabajador que cumpla con sus funciones no reciba sus emolumentos económicos a final de mes religiosamente. Vaya cosas.

Sin embargo, De la Vega parece que quiere probar una nueva fórmula en la península ibérica, ya que teniendo en cuenta que el próximo jueves se van a cumplir tres meses de impagos en todos los estamentos del Murcia, fuera casualidad o no, la plantilla grana encajó el primer tanto en Nueva Condomina de 2018, algo que no sucedía desde el 1 de octubre, tras el empate ante el Mérida, aunque ayer finalmente se tradujo en una dura derrota ante el Melilla de Manolo Herrero.

Dentro de la caseta murcianista existe un malestar importante por una serie de promesas incumplidas, entre ellas el dinero obviamente, y algunos de los pesos pesados del vestuario como el portero Biel Ribas y el centrocampista David Sánchez han puesto en marcha sus campañas publicitarias como medidas de presión para un Mauricio de La Vega que, en apenas cuatro días, se juega su credibilidad delante del murcianismo al tener que desembolsar una cifra que supera sensiblemente los 100.000 euros, ya que tres mensualidades de la plantilla grana y de los empleados de club suponen una cifra que sobrepasa los 400.000 euros, el verdadero reto del nuevo gestor grana.

Si el hecho de haberse rascado el bolsillo con una cantidad superior a los 100.000 euros para poder inscribir a los nuevos fichajes parecía un primer paso al que aferrarse por parte de los jugadores, la realidad es que, el tropiezo de un Murcia en plena lucha por asegurarse la cuarta plaza del play off, coincide con una serie de impagos que el jueves se traducirán en tres meses sin cobrar por parte de la primera plantilla y cuatro en caso del filial de Tercera, por no mencionar a unos empleados que entre la desesperación y la incertidumbre no pueden hacer otra cosas que esperar noticias sin quejarse demasiado.

De todos modos, el representante mexicano no es el único responsable de una situación muy extraña, ya que el todavía presidente, el empresario extremeño Raúl Moro, sigue dejándose ver por el estadio cada domingo que hay partido cuando se trata de una persona que dio los primeros pasos para que la deuda con plantilla y empleados haya engordado de forma desmesurada hasta el punto de que, cuando se marchó del club, dejó pendientes dos nóminas, el doble de lo que debe De la Vega. Moro y De la Vega están en una tesitura que bien acaban como héroes, o bien terminan como villanos.