Elegir un smartphone nunca es sencillo. Las múltiples opciones que ofrece el mercado, las características de cada modelo y la variedad de precios hacen que el proceso de elección pueda alargarse varias semanas. Habrá quién opte por una cámara de no sé cuántos mil píxeles o quién apueste por una memoria que nunca se acabe, aunque no deberíamos olvidarnos de seleccionar una de esas baterías poderosa que no nos deje tirados a las primeras de cambio si nos olvidamos el cargador en casa. Pues esa prestación, que en un principio siempre queda en un lugar secundario, pero que con el aparato en nuestras manos y en uso puede decirnos si hemos realizado una buena o mala compra, es la que ayer le falló al Real Murcia en Sevilla.

Serán los granas un equipo de ultimísima generación, de esos que ya superan los mil euros en el mercado, al que José María Salmerón está sacando su máximo rendimiento, sin embargo es incomprensible que, a los cincuenta minutos y más en un partido tranquilo y de ritmo muy lento, futbolistas profesionales y experimentados den tantas señales de asfixia. Ese cansancio extremo, ese pesar de piernas, que no puede encontrar excusa en la expulsión de Álex Ortiz en el minuto 55, se convirtió en una auténtica losa para un Real Murcia que lo tuvo todo a favor para aumentar su buena trayectoria con tres nuevos puntos y que acabó pidiendo la hora y preso en su propia área.

La apuesta de Salmerón volvía a dejar claro cuál era el objetivo número uno. Con David Mateos incrustado entre los centrales, los granas querían evitar sufrir la sorpresa que una semana antes habían dado los verdiblancos en el Cartagonova. La otra novedad aparecía en la banda derecha. Las bajas de Juanra y Fede Vega obligaban a buscar soluciones a la falta de efectivos atrás, y, como siempre, Armando volvió a ser el elegido como 'hombre para todo'.

Pese a apuntalar los cimientos, los murcianistas disfrutaban de muchas alternativas en ataque. Ahí seguía un Fran Carnicer que se ha afianzado con el nuevo técnico; ahí continuaban Santi Jara y Salva Chamorro, y ahí aparecía Elady Zorrilla después de cuatro semanas de sanción.

Fue un partido extraño. El Murcia consiguió muy pronto el equilibrio que buscaba. Muy bien plantados atrás, con líneas muy juntas y sin dejar espacios, los murcianistas disfrutaban afilándose los dientes a la espera de los errores de unos jugadores béticos que solo podían sentirse cómodos cerca de su portero, y a veces ni eso, porque cada vez que los visitantes aumentaban la presión, los errores no forzados de los verdiblancos se multiplicaban.

Tras media hora de juego cansino, sin ritmo ni velocidad, el Real Murcia vio que el plan le podía salir a pedir de boca. Nil se resbalaba al intentar abrir el campo y Salva Chamorro se lanzaba al área sin oposición. Con todo a favor, el murciano, con un disparo cruzado que se marchó rozando el palo, reforzó la opinión de aquellos que dicen que no es delantero para un equipo puntero. No se habían sobrepuesto los granas al error del '9', cuando llegó el segundo problema. David Mateos se resentía de sus continuos problemas físicos y, desde el suelo, pedía el cambio. En su lugar saltó al terreno de juego un Juanma que contribuyó a la perfección a mantener la seguridad defensiva que había impedido al Betis Deportivo asomarse a la ventana protegida por Biel Ribas.

Impulsados por Forniés, mejor en ataque que en defensa, el Real Murcia intentó reaccionar para desequilibrar la balanza en la segunda parte. Fran Carnicer, tanto por el centro como por banda, intentaba combinar con Elady y Santi Jara, pero fue en un córner donde Chamorro volvió a fallar la segunda de la tarde. No tuvo tampoco su día Elady Zorrilla. El jugador andaluz, que regresaba después de cuatro partidos de sanción, no pudo acumular más desaciertos. Erró dentro del área, donde prefirió engañar al colegiado antes que al portero local, y pocas veces sus compañeros encontraron en él ayuda cuando más apretaban los béticos. Si se encontraba con espacios, optaba por dar un pase sin sentido; si la mejor opción era buscar ayuda, tiraba de cabezonería hasta autoanularse él mismo en sus regates.

Los granas se marchaban al descanso con una cosa clara, en el momento que aumentaran un poco el ritmo, el partido era suyo. No había excusa. Ni hacía calor, ni demasiado frío, tampoco llovía, ni hacía viento; el césped, por su parte, estaba en perfectas condiciones, y el rival, con jugadores que en muchos casos no superaban la veintena, daban facilidades en defensa y apenas encontraban espacios. Pero las cosas no siempre son tan sencillas como parecen, sobre todo cuando un equipo se desfonda a las primeras de cambio y no encuentra desahogo ni en los cambios, porque Pedro Martín entró en acción incluso más cansado que los compañeros que ya llevaban una hora sobre el campo.

Aunque empezó avisando el bético Rober en una jugada en la que Loren se metió hasta la cocina; el Real Murcia daba sensación de querer aumentar su apuesta. Un gran intervención de Pedro evitaba que un cabezazo de Orfila acabase en la red.

Sin embargo todo quedó en un espejismo. A la vez que los granas daban pasos hacia atrás, como si su mente se hubiese quedado anclada en el Camp Nou, los chavales del Betis creyeron que podían hacer más daño del que habían logrado infligir hasta ese instante. El agobio grana se agravó con una acción que parecía decisiva. Unas manos dentro del área de Álex Ortiz acababan en penalti para los locales y roja para el central grana. Mientras Salmerón se volvía loco para intentar recomponer una línea mal planificada desde el primer día, Biel Ribas se ganaba el apodo de 'para penaltis' al detener su tercera pena máxima, esta vez a Loren.

Con diez, el Real Murcia se vino completamente abajo. Asfixiados, sin el cargador a mano, con escasos recursos y regalando continuos balones, consecuencia de la apuesta grana por meterse bajo las faldas de Biel Ribas, el Betis se sintió cómodo. Pero nadie quería ganar ayer. Elady, en una de las pocas ocasiones en las que el Murcia pudo salir de la cárcel, se estrelló con la cruceta y Loren, en el otro área, se permitió fallar una acción a puerta vacía.