Leía el pasado martes que en ocho o diez días Raúl Moro Martín nos sorprendería con un cambio de imagen. La intención del presidente del Real Murcia, según el texto, era apostar por un look menos informal y más acorde a su cargo en la institución centenaria. No se equivocaban los compañeros. Solo que no ha hecho falta esperar una semana para ser testigos del nuevo estilo del extremeño. Si hay que hacerlo, qué mejor ocasión que la ofrenda floral del Real Murcia en La Catedral, debió pensar el dirigente grana, porque fue en ese acto, celebrado en la tarde del jueves, en el que Moro Martín nos deleitó con la renovación de su armario. Y no lo hizo con un desfile en la explanada de la Plaza del Cardenal Belluga, sino que, como máximo mandatario de la principal institución deportiva de la Región, el extremeño dio un paso más y, sin ningún pudor, decidió lucir sus nuevas galas dentro del templo.

Entre sus últimas adquisiciones sigue sin haber corbatas, elegantes americanas y trajes... Son las túnicas y las capas las que ahora han tomado protagonismo en las perchas de su vestidor. O eso se entiende después de ver que el presidente del Real Murcia, entidad centenaria por si no lo recuerdan, se presentó vestido de sardinero en el altar mayor de La Catedral, desde donde fue contemplado frente a frente por la mirada de la Virgen de La Fuensanta, patrona de Murcia y que estos días está de visita en la ciudad con motivo de las Fiestas de Primavera. Y menos mal que el extremeño, un recién llegado que tiene como guía de lujo a su vicepresidente, Miguel Martínez, no conoce todavía bien la tradición del Entierro de la Sardina, porque de lo contrario en vez de dar la paz durante la ceremonia religiosa hubiese repartido pitos y balones.

No sabemos lo que opinará el Obispo de la Diócesis de Cartagena de que Raúl Moro se presentase de esa guisa en la casa de Dios y en presencia de la patrona de Murcia. Tampoco hemos sido testigos de la cara que se les habrá quedado a las principales autoridades de la Región al ver la imagen captada por los fotógrafos ni de la reacción de los representantes de la Agrupación Sardinera, que, por cierto, el miércoles se colocaban sus trajes y sus corbatas para hacer su propia ofrenda floral a la Patrona.

Al que parece que no le sorprendió la ocurrencia de Moro, que por lo menos tuvo el gesto de guardarse en el bolsillo las gafas de sol, fue al sacerdote encargado de oficiar la misa. O esa es la impresión que queda después de escuchar los elogios que lanzó desde el altar a los gestores murcianistas. Y es que, según el padre Antonio Carpena, estamos hablando de «gente seria». Mal vestidos, pero serios, añadiría yo.

Hablando de cosas serias, ¿no podría haber esperado Raúl Moro una o dos horas para estrenar su traje de sardinero? ¿Qué pensaba Miguel Martínez para incitar a su ahora mejor amigo a acudir de esa guisa a una ceremonia religiosa? ¿No hay nadie dentro del consejo de administración capaz de hacer ver a su presidente que el protocolo, le guste o no, está para cumplirlo? ¿Sabe realmente Raúl Moro qué significa el Real Murcia? ¿Tiene claro que está representando a una institución centenaria?

Por cierto, sobre esto último no esperen respuesta, porque el extremeño se ha convertido en el primer presidente de la historia del club grana que ni da ruedas de prensa ni concede entrevistas. Dicen sus colaboradores, los mismos que se encargan del postureo del mandatario en las redes sociales, que «es más de hechos, que de palabras». Pues de momento, ni hechos ni palabras, solo dudas.