¿Cómo llegó un chico como usted a ser portero de un equipo de invidentes?

Fue a través de un amigo. Siempre he jugado al fútbol y al fútbol sala de portero, pero en el año 2004 me rompí el ligamento cruzado. Me operé, dije que no iba a jugar más porque era autónomo y estaba trabajando, y a los cinco meses surgió el ofrecimiento del equipo de ciegos a través de un amigo de mi mujer, Pedro Villa. Les hacía falta un portero, probaron a dos o tres y me eligieron a mí. He estado once años jugando en Murcia y tras desaparecer el equipo de aquí, fiché por el Tarragona, con el que he sido campeón de Liga.

¿Qué particularidad tiene ser portero de un equipo de invidentes?

El portero es vidente. La característica del juego es que tenemos un área de 2 metros de largo por 5 de ancho, y de ahí no nos podemos mover. Tenemos que trabajar mucho los reflejos porque no puedes intuir por dónde te va a tirar un jugador por la vista. Yo soy un poco friki y me dedico a ver partidos y a grabarlos para estudiar a los jugadores principales de cada equipo.

¿Un vidente echa en falta más frenesí en los partidos cuando juega con invidentes?

Depende del equipo. Lo echas de menos cuando juegas contra equipos flojos, que te tiran poco. En Murcia, donde teníamos un equipo humilde, cuando jugábamos contra Málaga o Madrid, era apoteósico, porque te podían tirar cincuenta veces a puerta. Ahora, en Tarragona, llevamos tres jugadores tan buenos que te encierran y convierten el partido en un frontón.

¿Y qué pensó la primera vez que vio un partido?

Me dejó loco porque pensaba ver un montón de ciegos correr detrás de un balón, dando alguna patada de vez en cuando, y qué va, esa noche soñé con el fútbol de ciegos por la velocidad a la que juegan, muy por encima de lo que esperaba. No echo de menos jugar al fútbol con videntes.

¿Era buen portero de joven?

No, porque me rompí muy joven. Estuve jugando al fútbol aficionado en mi pueblo, Puebla de Soto, y en campeonatos de empresas. Sí que me dijeron de hacer pruebas con algunos equipos importantes, pero es que le pegaba también mucho a la bicicleta porque mis padres tienen una casa en Sierra Espuña y los fines de semana siempre estaba con la mountain bike. De hecho, mis dos hermanos siguen corriendo. Yo no quise sacrificar la bicicleta por el fútbol, intenté llevarlo todo hasta que ya era demasiado con el trabajo y tuve una hija.

¿Y a la niña le gusta ver al padre jugar?

Está loca con el fútbol, le tuve que hacer una equipación de Tarragona y las medallas y las copas están en su habitación. Le encanta jugar al balón, no quiere muñecas, solo el balón y ver partidos de ciegos.

¿Cómo fue fichar por el equipo de Tarragona?

Estuve once años jugando en Murcia, lo dejé después de estar con la selección unos 25 partidos y de ser padre. Pero este año me llamaron de Tarragona para engancharme y al final he terminado incluso haciendo de entrenador en el Campeonato de España.

¿Cómo se trabaja la estrategia con gente que no ve?

Cada jugador tiene muy definida su posición en la pista. En Tarragona hemos jugado con un cierre, un jugador más adelantado y dos alas muy abiertos en la banda. Llevamos mucha rutina y años jugando. Por ejemplo, antes de los partidos en el vestuario hacemos los movimientos con botellas de agua y cosas así, pero está todo muy estudiado.

¿Qué tienen de especial estas personas que sin visión son capaces de jugar al fútbol sala?

No sé lo que tienen, pero los ves jugar y no te explicas cómo pueden orientarse. Ellos comentan mucho las jugadas de Cristiano Ronaldo y Messi, aunque parezca increíble. Por ejemplo, en mi equipo está Antonio Martín, que es uno de los mejores del mundo, que ha coincidido muchas veces con Zinedine Zidane en galas de la FIFA y actos de esos, y le pide que le explique las jugadas que hace Cristiano. Después las pone en práctica y le salen muchas cosas, tiene magia. El fútbol de ciegos, como dijo el exseleccionador nacional, tiene los mismos sentimientos que el normal, porque los jugadores sienten lo mismo que Cristiano Ronaldo o Messi cuando ganan un campeonato o pierden.

¿Le cuesta mucho este hobby o le pagan?

Lo que cobras no da ni para la gasolina. En la selección me daban una beca ADO y compensaba el sueldo que dejaba de ganar por no trabajar. En Tarragona intentaron pagarnos algo, pero al final me ha costado el dinero a mí. He puesto muchas veces el coche en ´BlaBlaCar´ para compensar los gastos de los viajes, porque tenía que ir a Barcelona cada vez que había un partido o entrenábamos, ya que la pista de Tarragona no está homologada. Y también hemos buscado patrocinadores nosotros porque en Cataluña no nos han dado nada, y tenemos el apoyo de Luanvi y de un neurocirujano de Murcia, Marcelo Galarza, que nos ha echado una mano. Me he tirado 30 o 35 fines de semana fuera de casa y mi coche, que estaba nuevo, ya no lo es tanto porque le he hecho 50.000 kilómetros en un año.

¿Está ya pensando en dejarlo o sigue teniendo ilusión para meterse esas palizas de kilómetros?

Pues sí que lo estoy pensando. En Tarragona quieren que siga, pero he pedido que me dejen hasta mediados de agosto. Es que muchas veces no veo a mi cría, porque ella está por las mañanas en el colegio y yo trabajo por las tardes, y lo que peor llevo es separarme de ella tanto tiempo. En septiembre jugaré la Supercopa de España, pero después no sé qué haré.

Por último, ¿le sigue dando a la bicicleta?

Poco, poco. Sigo teniendo una de carretera y otra de mountain bike, pero me he convertido en dominguero. Después del Campeonato de España que ganamos me he dejado un poco y he engordado dos kilos, pero mis hermanos sí que le pegan bastante.