¿Cómo y cuándo empezó a darle a un balón?

Mi padre jugaba al fútbol, estuvo en los juveniles del Murcia y después jugó en Tercera en varios equipos. Desde bien pequeñico me llevaba a sus partidos y así empecé con el balón. De hecho, en la carta a los Reyes Magos lo único que pedía eran balones, ni juguetes ni otras cosas. Yo estaba todo el día en la calle, de colegio en colegio por las tardes, y jugando en una pared tanto cuando vivía en Vistabella como en el Infante.

¿Siempre jugó en posiciones ofensivas?

He sido jugador de ataque, aunque nunca un goleador, aunque siempre he hecho una media de diez goles todas las temporadas, que no está mal.

¿Quién le dio la primera gran oportunidad?

Me la busqué yo solito. No he tenido la suerte de otros jugadores, que salen de juveniles y los ficha un filial, donde aprenden mucho y tienen un trampolín para el primer equipo. Cuando yo salí de juveniles me dejé el fútbol porque no me había desarrollado físicamente y no había destacado mucho. Me puse a trabajar con mi padre hasta que me llamó el San Pedro del Pinatar, de la Preferente, que me había visto jugando un campeonato de verano de fútbol sala con unos amigos.

Y entonces ya no paró.

No, porque de ahí pasé al Bullense esa misma temporada, a Tercera División, después estuve en el Orihuela y entonces me llamó el Mallorca, donde jugué la Intertoto y la UEFA con Luis Aragonés. Después tuve algunos altibajos, porque volví al Ciudad de Murcia y al Orihuela, pero en la temporada 2003-2004 decidí que tenía que tirar para arriba. Me salió la oportunidad de jugar en el Eibar en Segunda, y pese a que tenía ofertas económicas mejores de Segunda B, me la jugué con una niña recién nacida de dos meses y me salió una gran temporada que me dio a conocer a nivel nacional.

Pero en Gijón fue donde más brilló.

En Gijón fue donde desarrollé mi mejor fútbol, llegué a la élite, tuve una relación con la gente extraordinaria y a día de hoy mi corazón es sportinguista. Yo me he criado alrededor de La Condomina, soñando con jugar en el Real Murcia en Primera División, pero acabé en El Molinón y en el Sporting de Gijón.

¿Nunca tuvo la ocasión de fichar por el Murcia?

Estando en el Sporting hubo interés del Murcia, pero yo estaba ya en Primera, me sentía muy bien, no vi las cosas claras y nunca llegamos a coincidir. Después, las ocasiones en las que he querido venir al Murcia no han creído conveniente mi fichaje. Por eso me he tenido que buscar las habichuelas lejos del equipo de mi tierra.

Usted jugó a las órdenes de Manolo Preciado.

Un gran tipo, que manejaba el vestuario como nadie y que sabía cómo iba el fútbol.

¿Y a qué entrenador le gustaría parecerse?

Mi lema es quedarme con lo bueno de todos los que he tenido, que algunos han sido buenos, otros malos y unos cuantos muy malos, pero incluso los entrenadores malos tenían cosas buenas. He sido un jugador que por mi carácter he tenido problemas con entrenadores, que no han sabido comprenderme, y que me han hecho cosas que las voy a quitar de mi diccionario.

¿David Silva es el mejor futbolista con el que ha coincidido?

Sin duda, el que más alto ha llegado y al que tengo un aprecio impresionante. Cuando coincidimos en el Eibar él era juvenil, pero cada vez que tocaba el balón se veía algo diferente, se notaba que iba a ser un futbolista de primer nivel.

¿Se ha marcado alguna meta como entrenador?

Llegar a Primera División, como conseguí en mi etapa de futbolista. Toda la vida he mamado el fútbol y lo que más me gusta es esto, que es de lo que más sé. No me veo feliz haciendo otra cosa por mucho dinero que dieran en cualquier otra ocupación.

Pero usted vivió una época dorada económica.

Dorada tampoco porque llegué muy tarde a la élite. He pasado por todas las categorías porque he jugado cinco o seis años en Tercera, otros tantos en Segunda B y llegué a Primera con casi 29 años, no como los chavales de los filiales, que con 19 están en la élite. Yo le decía a los juveniles que subían al primer equipo del Sporting que no sabían la suerte que tenían, y les contaba que yo había jugado en Preferente, en campos de tierra, y que me había tenido que encerrar en un vestuario porque llevaba cuatro meses sin que me pagaran. Pero el premio que me llevo es que he marcado goles en el campo más pequeño de la Región y en el Bernabéu y en el Camp Nou. Sé lo que cuesta llegar hasta ahí y lo valoro mucho.

¿Alguna vez pensó en dejarlo cuando estaba en Tercera División?

No porque en aquella época en Tercera se cobraba muy bien, las cantidades eran demasiado altas para lo que realmente hacíamos, lo que nos pagaban no estaba acorde a lo que hacíamos, que era el doble que cualquier trabajador. Desde los 20 hasta los 27 años yo hice la universidad futbolística que otros hacen de los 15 a los 19. Me tomaba todos los entrenamientos como una oportunidad de mejorar, porque el día que te estancas, malo.

¿Alguna vez sintió estancarse?

Sí, el último año, después de la lesión que tuve, que me rompí el cruzado, me propuse volver y lo conseguí después de operarme. Nos pusimos líderes con el Orihuela la pasada temporada, pero vi cosas que no me gustaban y el cuerpo no iba con las mismas ganas e ilusión a jugar al fútbol. Me marqué como meta recuperarme de la lesión, pero en el campo no tenía esa mirada asesina de ir a cada balón a muerte. Iba a los entrenamientos con el freno de mano echado y pensé que no podía engañar a nadie porque siempre lo he dado todo. Decidí completar mi formación de entrenador sacándome el Nivel III de entrenador y ahora tengo idea de llegar a lo más alto como entrenador.

¿Ahora que es entrenador, piensa que un día tendrá la oportunidad de dirigir al Murcia?

Igual lo que no he conseguido como jugador, sí lo consigo como entrenador. El Murcia de la vieja Condomina era mi equipo de niño y el Sporting es el club que ha dejado mella en mí, donde más me he sentido futbolista.