El pasado domingo no fue una jornada normal, fue el día en el que los principios fundamentales del deporte y de la vida vencieron a la burocracia de los despachos. Como cada día de partido, Gonzalo, un chico moratallero de 14 años de edad que juega en el Club Baloncesto Rayo Moratalla, se levantó y tras desayunar preparó sus cosas y le pidió a su madre que lo llevará hasta el pabellón Julio Cardozo. Tocaba enfrentarse contra el Torres de Cotillas, del grupo C de la categoría masculina infantil, un partido que a priori era muy complicado debido al nivel del conjunto visitante.

Gonzalo calentó junto al resto de sus compañeros hasta el comienzo del partido. Al descanso un 18-17 en el marcador hacía pensar que los dos tiempos que restaban al encuentro serían de infarto. Ambos entrenadores daban instrucciones a sus pupilos no solo de juego, sino de como había que comportarse en cada momento. El joven jugador continuaba en el banquillo muy atento al partido, aunque ocasionalmente no podía evitar una mirada de reojo a la grada. Allí su fan incondicional número uno, su madre, esperaba el gran momento.

Al inicio del cuarto tiempo el entrenador comenzó a darle instrucciones y Gonzalo saltó a la pista. Un robo de balón, un disparo fallido, el gran momento se hace de rogar, pero al deportista que lo da todo siempre le llega su momento de oro. Una falta del Torre de Cotillas, que el árbitro de la contienda penaliza con dos tiros y posesión. El técnico grita «la tira Gonzalo».

Ahí está solo ante la canasta es su momento, tira y… falla. Parece que hoy no quiere entrar, pero llega la segunda oportunidad, el joven se concentra, el pabellón enmudece por completo, parece que ahora el disparo es certero y encesta. El chico cruza la pista al encuentro de sus compañeros, para abrazarse a ellos, mientras ambas aficiones aplaudían la tan sufrida canasta. Segundos antes de finalizar el encuentro, el chico volvía al banquillo entre los aplausos de sus compañeros.

No lo he mencionado porque hoy poco importa, pero Gonzalo tiene síndrome de Down y lleva cuatro años en el Rayo Moratalla. Por su edad le tocaba pasar de infantil a cadete, pero sus limitaciones le impiden jugar en una categoría superior, por ello su entrenador, José Antonio García, que nunca ha bajado los brazos en esta historia, solicitó a la Federación Regional de Baloncesto que el joven continuara en infantil, ya que el resto clubes de la categoría aceptaban unánimemente la idea. Incluso sus propios compañeros pidieron que en la clasificación se les diera por perdido el partido por alineación indebida siempre y cuando Gonzalo jugase pese a la negativa de la Federación.

Al conocerse la historia a través de LA OPINIÓN, las reacciones no se hicieron esperar. Más de trescientas personas se concentraban para mostrar su apoyo a Gonzalo, entre ellos representantes de los grupos políticos del consistorio, que, incrédulos por la decisión, instaban a la Federación a que reconsiderara su decisión. Todos portaron camisetas bajo el tema ´Todos somos un equipo´.

Instituciones, asociaciones y padres de niños con síndrome de Down enviaron cartas a la Federación solicitando la modificación puntual del reglamento, como es el caso de los padres de Anna, una niña que además de padecer la enfermad sufre una cardiopatía congénita. En su blog -www.elblogdeanna.es- invitaba a remitir cartas y correos al presidente de la Murciana. Algo parecido hizo José Luís Martínez (http://thelaiatelegraph.org), quien en su misiva a Juan Carlos Hernández puntualizó: «Quiero pensar que hay algún detalle muy significante que no ha trascendido y que de momento no se conoce. De lo contrario no puedo explicarme cómo pueden ustedes añadir una dificultad tan fácilmente evitable a alguien cuya vida y la de su familia ya está llena de muchos otros retos».

La Federación recapacitó y el domingo Gonzalo pudo disfrutar de un día que nunca olvidará.