Bajo el título Los Cosmolocalistas, Angel Mateo Charris (Cartagena 1962) llena las salas del Museo Regional de Arte Moderno de Cartagena con una extensa muestra que reinterpreta sus épocas más significativas. Casi una treintena de piezas, la mayoría de gran formato, dos instalaciones, un vídeo, catálogos y distintos apuntes y bocetos seleccionados por el artista, resumen las referencias e inspiraciones que configuran su particular mundo. La obra de Charris está presente en las colecciones de los museos y fundaciones más importantes del país, los premios recibidos y el reconocimiento de la crítica especializada a lo largo de una sólida trayectoria de más de 25 años, lo han situado entre los pintores más significativos de la nueva figuración española.

La historia de esta exposición, que se puede visitar hasta el 8 de enero, empieza con la petición del Museo de hacer una retrospectiva del pintor cartagenero. Ni el tiempo ni el presupuesto daban suficiente margen para la selección y solicitud de las piezas (esparcidas por diversas colecciones), transporte, seguros, catálogos y en fin, todo lo que conlleva una muestra de esta envergadura. Como alternativa, Charris propuso otra solución, «creo que aún no tengo edad para una antológica -comenta- por eso me decidí a hacer una revisión de mi trayectoria, echar la vista atrás y pintar hoy en día un cuadro de mis etapas más representativas». En la primera página del catálogo lo dice bien claro, «Ceci n´est pas une retrospective», un juego de palabras que alude a la famosa pipa de Magritte, una obra que cuestiona los límites de la realidad y la representación y que planea por toda la muestra. «Más que una recapitulación -concluye- me lo planteé como un viaje en el tiempo».

Y es que de viajes está su vida llena, como dice Gail Levin, la biógrafa de Hopper y una de sus comisarias en la muestra del IVAM, Charris usa el viaje «como alimento de su imaginación insaciable». Sus mapeos le han llevado desde Nueva York a Mali y desde México a Finlandia, pasando por Polinesia, Perú, Islandia, Hawai, Alaska, Kenia, Bali, India, Nueva Zelanda y a innumerables lugares de Europa. Con este bagaje no es de extrañar el título de su exposición, Los Cosmolocalistas, un acrónimo que aúna lo cosmopolita y lo local, donde reflexiona sobre el nuevo imperialismo económico que no solo acrecienta las desigualdades entre el norte y el sur sino que tiende a desnaturalizar las culturas autóctonas en su afán de imponer una cultura universal.

Los inicios

Aunque la muestra recorre su producción desde el año 91 hasta la actualidad, Charris tuvo una etapa previa, decisiva para su formación y proyección posterior. Durante sus años de estudio en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, alterna el estudio del paisaje y el retrato con otras disciplinas, como la fotografía o el videoarte. Sus influencias más inmediatas fueron el cómic, los personajes de Disney y la iconografía del Pop Art que pronto empieza a mezclar con otras referencias estilísticas que le ofrece la historia del arte. Sus primeros trabajos al acabar la carrera fueron de diseño gráfico, sus carteles y logotipos anunciaron los eventos más reconocidos del momento. Tras participar en algunas colectivas y ganar diversos premios, tanto de pintura como de diseño o fotografía, emprende en el 88 un primer viaje a Nueva York, donde entra de lleno en contacto con la cultura americana. Resultado de este viaje, a escasos meses de su vuelta, es su primera exposición importante en la Sala de la Muralla Bizantina, titulada Cartagena 2 „Nueva York 0. Aquí ya aparecen los primeros trazos de su interés por el impacto americano en la cultura contemporánea. Personajes como Popeye, Mickey o Félix el Gato mostraban una cara amable en sus creaciones, mientras en segundo plano convivían otras realidades.

La década de los 90 será la de su consolidación definitiva, Charris se decanta por la pintura y entra a formar parte de los artistas de la galería valenciana My Name´s Lolita Art, propiedad del también cartagenero Ramón García Alcaraz, quien impulsa significamente su trabajo a través de exposiciones, asistencia a ferias, concurrencia a becas y premios nacionales e internacionales, definiendo gran parte de su currículum, de hecho, su última producción, Charris en Tikilandia, puede verse estos días -hasta el día 16 de diciembre- en la sede madrileña de Lolita Art.

Los Cosmolocalistas

La muestra ofrece la cara más política de Charris. Nada más entrar nos recibe Cosmo (2016) un monumental tríptico que representa la salida de una carrera de coches portadores de logos de conocidas corporaciones, ignorando los personajes que, ataviados con trajes regionales, atraviesan la pista. La exposición República de Cartagena (1993) fue una muestra hecha en plena crisis industrial, donde el artista reivindicaba su tierra con un guiño al potencial de su entorno, a pesar de la desolación del momento. Como recordatorio, ahora pinta Contumaces (2016) donde dos topógrafos toman medidas junto a un vertedero de un hipotético solar, al fondo aparece un luminoso Mar Menor. Aquí propone una reflexión sobre el disparate urbanístico de nuestra costa y los problemas de contaminación que ocasionan los vertidos ilegales. En Extraños en el Paraíso (2015) tres mujeres con burka pasean por una playa del Pacífico, en el imaginario occidental los mares del sur están unidos a la idea de libertad y sensualidad, aspectos muy reprimidos en algunas culturas. El sociólogo inglés Anthony Giddens afirma que el campo de batalla del siglo XXI enfrentará al fundamentalismo con la tolerancia cosmopolita. Como siguiendo esta máxima, Charris juega aquí con esa yuxtaposición, representando así los fundamentalismos que atenazan al mundo de hoy.

Hasta los cuadros más amables encierran una segunda lectura en su título, tal es el caso del lienzo que representa la poética visión de unos farolillos flotando en un mar nocturno, inspirado en el festival de las linternas de Hawai, donde las familias depositan en el agua luces con mensajes para sus seres queridos desaparecidos. El crudo título, Refugiados, nos plantea una lectura alternativa a la de la simple celebración. Alcanza la cima de la ironía sobre las miserias del mundo actual Neofeudal (2016), una pieza de dos por dos que representa a un personaje trajeado, fumando relajado mientras su corona a lo Burger King emite las cotizaciones de Wall Street. Completan la escena tres obreros de color que le observan desde el bajo Manhattan. Un comentario social del artista en torno a los especuladores que aprovecharon el hundimiento del mercado inmobiliario americano para enriquecerse. Una situación fácilmente extrapolable a la crisis española que dejó en la calle a miles de familias mientras los bancos recibían las ayudas del Estado.

Piezas más líricas e intimistas completan la muestra, plenas de referencias a otras culturas, al mundo del cine, del arte o la ecología. La tercera planta contiene además diversos catálogos, libros ilustrados por el artista y objetos que aparecen en sus cuadros, así como el desarrollo del logotipo del propio Muram, el ojo que adorna la fachada del edificio. También se puede ver el único cuadro pintado en la época que representa, la pieza inédita La Batalla. The End, pintada en los 90, lo que permite apreciar la evolución de su paleta y su pincelada.

En esta exposición Charris ha sabido aglutinar con maestría los paisajes conceptuales que atraviesan su práctica artística, ofreciendo la posibilidad única de explorarlos en toda su magnitud.