La compañía Noviembre Teatro ha encontrado en William Shakespeare un fondo infinito sobre el que cimentar una trayectoria escénica a partir de unos textos imperecederos que rebosan una actualidad que asombra. El mercader de Venecia es la última apuesta de Noviembre alrededor del dramaturgo tras montajes como Hamlet (2004), Noche de reyes (2012) y Otelo (2013) y se representa este sábado en el Teatro Romea de Murcia.

«Nuestra tendencia no es dar la sopa con cuchara al espectador, no se le dice al espectador lo que tiene que pensar, hacemos el texto de Shakespeare sin ser tendenciosos y sin estridencias», dice el director Eduardo Vasco acerca de su forma de entender el oficio. «El teatro es el actor, el texto donde el actor está en primer plano, es nuestra marca, y no hacemos espectáculos a la medida de las modas». Vasco presenta una historia «que tiene que ver con los tiempos que vivimos, de alguien que vive por encima de sus posibilidades, y nos recuerda mucho lo que está pasando».

Con un reparto en el que figuran, entre otros, Arturo Querejeta (Shylock), Francesco Carril (Bassiano), Isabel Rodes (Porcia) y Francisco Rojas (Antonio), y música en directo que casi es parte de la acción, la trama gira en torno al noble Bassiano, que precisa una cantidad de dinero para tener los favores de su amada Porcia, y al no poder lograr los 3.000 ducados que necesita de su amigo Antonio, éste recurre al prestamista judío Shylock, quien le reclama, además del dinero, una libra de carne del propio Antonio si no devuelve lo prestado.

En esta adaptación de Shakespeare aflora el hecho de que «el autor sentó las bases de la ingeniería financiera», en opinión de Arturo Querejeta, a quien le ha tocado «hacer de malo». Un malo interpretado «como un ser humano y no como un personaje de cartón piedra». «Hay que mostrar -explica el actor, uno de los grandes del teatro clásico- sus razones y sus sinrazones, sus luces y sus sombras, sus mediocridades y su generosidad, porque las personas somos claroscuros, no somos de una pieza».

A su juicio, el personaje de Shylock genera el drama y la tragedia «porque, por un lado, al querer cumplir la cláusula de su contrato, puede llegar a conculcar los derechos más fundamentales de una persona, como sería la propia vida. Por otro, también tiene sus razones porque es un hombre humillado, sojuzgado, que vive en un gueto y al que insultan y escupen por la calle. Por lo tanto, llegado un determinado momento, decide que la única solución es vengarse y yo, en ese recorrido, he recogido de un lado y de otro para ir conformando el personaje».

Un gran personaje que guiará al perverso destino que depara el citado préstamo a los protagonistas, a cómo «un contrato complica los derechos fundamentales, en este caso, el derecho a la vida». Pero es también El mercader de Venecia «un canto a la generosidad y a la tolerancia, a la compasión de los seres humanos».