Desde que supe que Amador estaba enfermo, grave, en el hospital de donde ya no salió sino hacia el tanatorio, empecé a intentar comprender quién y cómo era, realmente, el compañero de correrías musicales desde los primeros 80, especialmente desde que entré en Ferroblues en el 87 hasta el 2005, año en el que, salvo algún concierto aislado, dejamos de tocar con ese nombre. Amador siguió, de todos modos, interpretando soul y blues con otras formaciones como Soul Finger hasta apenas una semana antes de su ingreso en el hospital, cuando el dolor, que él atribuía a causas mucho más leves que las reales, le impidió estar en condiciones para levantarse de la cama.

Pero si intento explicar cómo era Amador sin recurrir a su manera de cantar, a su voz negra, a su visceralidad en el escenario, que le convirtieron en una de las mayores figuras del soul cantado en España, me encuentro con dificultades. Qué difícil es saber quién es una persona.

Entonces empecé por eliminacion, pensando lo que NO era Amador.

No era hacendoso.

No era emprendedor.

No era ambicioso. No utilizaba a los demás para ascender.

No planeaba, ni a medio ni a largo plazo. Vivía día a día.

No era, desde luego, trabajador (para el la música, su única actividad conocida, no era un trabajo sino su manera de vivir)

¿Qué era?

Era hablador. Muy hablador. Durante tiempo, en los largos trayectos en furgoneta y ratos en hostales o pruebas de sonido en aquellos años sin internet ni teléfonos móviles, se merecía a menudo el apelativo de Hablador Blabla, uno de los variados con que, por afán burlón, le bautizamos.

Hablaba de todo torrencial, combativamente, como un Alejandro Magno de la palabra, y para ello recurría a todo tipo de fuentes: lecturas, televisión, prensa del corazón, cine, letras de canciones, historias vividas o escuchadas...en un caleidoscopio incansable. Era el verbo hecho carne.

Era, también, un auténtico anarquista. Sin dios, sin amo. Sin nómina ni seguros. Sin carné de conducir, sin cartilla de la seguridad social.

En los años 60 apareció par las paredes de París una pintada ( "a tiza", se lee siempre a continuación) atribuida al situacionista Guy Debord que preparó el ambiente para el Mayo francés y que decía "No trabajéis nunca": Eso es lo que hizo Amador.

Con todo, supo merecerse un círculo suficientemente amplio de amigos que lo han acompañado día y noche en sus últimas semanas, en un esfuerzo que los dignifica a ellos y la amistad; amigos de la infancia de la cartagenera barriada de las "casas de Corea", con algunos de los cuales tocaba ocasionalmente e, incluso, estaba grabando canciones en castellano y con estilos diferentes al blues y el soul, tales como boleros, tangos o rancheras que siempre practicó de forma paralela. Amigas, como la que había sido compañera muchos años, Pepa, que lealmente le asistieron hasta el final.

Cuando me despedí de él, en la puerta de su habitación del hospital, el miércoles pasado, sin sospechar que no iba a volver a verlo con vida, me dijo "adios, Chosuke". Chosuke era un personaje golfista de algún tipo de consola, allá por los 80. Alguna noche golpeábamos su persiana (vivía en un bajo) y pasábamos a charlar y jugar alguna partida. Esa broma antigua me llevó a otros tiempos, y entonces sentí cómo con Amador desaparecía un personaje irrepetible de nuestra vida.

Como decía anoche alguien, en el velatorio, "vivió como un bluesman y ha muerto como un bluesman". Hasta siempre, compañero.