Con traje azul marino, barba y gafas oscuras, Luis Roldán, director de la Guardia Civil española hasta descubrirse que chapoteaba en los lodos de la corrupción, baja de un coche con un maletín negro y observa un macizo rascacielos blanco de 29 pisos cercano a la Torre Eiffel. Corre el verano de 1994 y le acompaña Francisco Paesa, un escurridizo personaje adicto al filo de la navaja, a caballo entre el espionaje y el fraude internacional desde finales de los 1970 hasta nuestros días, al borde de los 80 años. El equipo de El hombre de las mil caras da por buena la toma y concluyen el día de rodaje en París bajo la dirección de Alberto Rodríguez.

El actor murciano Carlos Santos, casi irreconocible, es el encargado de dar vida a Luis Roldán en esta película cuyo rodaje acaba de comenzar. «Un regalazo», confiesa, que le llegó después de hacer el cásting para otro personaje de la cinta. «Hice la prueba y esa misma tarde me llamaron, porque tanto a los productores como a Alberto les pareció que debía interpretar a Roldán», recordaba ayer a esta Redacción el intérprete, recién llegado de París de rodar algunas escenas.

Fue en la capital de Francia donde se ocultó Roldán (Zaragoza, 1943) buena parte de los 304 días que permaneció huido entre 1994 y 1995, poniendo en jaque al gobierno del socialista Felipe González, que poco después perdió el poder en tiempos de penuria económica y con un Ejecutivo salpicado por numerosos casos de corrupción. «Han pasado veinte años y está de plena actualidad. Tristemente, es algo que se va repitiendo cíclicamente. Es una lacra de nuestra sociedad que no hay forma de librarse de ella», explica Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971), que recolectó 10 premios Goya por La isla mínima, tras firmar cintas como Siete vírgenes o Grupo 7 y que repite con el trhiller. De la misma opinión es Carlos Santos, quien no ve muchas diferencias en la actualidad con el pasado. «Bárcenas podría ser perfectamente el émulo de Roldán, y Paesa podría ser El Bigotes o Francisco Correa, de la trama Gürtel, por ejemplo; en realidad esta es una historia de ayer, que se repite hoy y que lamentablemente se repetirá en el futuro y permite ver al espectador cómo se mueven estos personajes al otro lado de lo que conocemos», explica el actor.

No está construida en torno a Roldán, que tras una rocambolesca huida se entregó a las autoridades españolas en el aeropuerto de Bangkok y purgó quince años de cárcel, sino que se centra en Paesa, el poliédrico aventurero que nació en el madrileño barrio de Chamberí en 1936, inició su carrera en la inmobiliaria guineana, se especializó en Suiza en dinero de dudoso origen, fue detenido en Bélgica, trabajó para el ministerio del Interior en operaciones contra ETA, figuró como embajador de Santo Tomé y Príncipe... Un difícil papel que interpretará Eduard Fernández.

«Me hubiera gustado hacer la historia de Paesa de principio a fin. Pero era prácticamente imposible de abordar porque empezó en los 1960 en Guinea y creo que todavía sigue por ahí. Al final, contamos el capítulo de Los papeles de Laos», comenta Rodríguez. El superespía fue quien escondió a Roldán en París, supuestamente le estafó los 10 millones de euros -en pesetas- que este nunca devolvió y pactó su entrega al ministro Juan Alberto Belloch, previo pago de 1,8 millones de euros.

«La verdadera historia de lo que ocurrió ahí la saben tres o cuatro personas», prosigue Rodríguez, que abraza la ficción desde un meticuloso trabajo de documentación para una película que supone será «polémica», pues removerá fangos políticos de hace dos décadas y retratará miserias presentes también en la actualidad.

Los ojos del espectador serán los de José Coronado, en la piel del inseparable amigo de Paesa Jesus Camoes, a quien define como «el más humano dentro de este mundo de espías y hombres muy complejos».

La cinta promete un realismo impecable, salpicada con detalles que le arrancan de cuajo dos décadas al calendario, incluidos los personajes como el que interpreta Santos.

El actor Carlos Santos en una fotografía reciente

«Me preparé muy a conciencia viendo vídeos, documentales de la época, leyendo; indagué por internet y poco a poco me salían sus gestos, su acento de Zaragoza», explica Carlos Santos, quien alaba, sobre todo, la labor de Alberto Rodríguez. «Trabaja con detalle cada personaje y cada escena y llegamos al rodaje muy preparados», dice el actor murciano, que contó además con una nutricionista para engordar y ha tenido que raparse la coronilla hasta parecer -gracias también a Yolanda Piña (maquillaje) y a Fernando García (vestuario)- casi un calco de Roldán.

De Paesa poco se sabe. A finales de 2011, con 75 años, fue detenido al llegar a Sierra Leona con su sobrino en un avión vacío. Olía a un asunto de droga, pero dijo que representaba a un comprador de oro, hizo unas llamadas de teléfono y desapareció. Se le supone en París.

«Tienes la sensación de que va a aparecer, en cualquier momento, en cualquier esquina, Hay mucha gente del equipo que está esperándole», reconoce Rodríguez, quien ha dado a Carlos Santos, como dice el actor, «esas oportunidades que nos llegan una o ninguna vez en la vida». Y no sólo por la importancia de su personaje, sino también por poder trabajar «con uno de los mejores directores del país», por el equipo técnico y artístico y «por un guión -de Rodríguez y Rafael Cobos- que es espectacular; es un sueño», concluye el actor.